domingo, 25 de mayo de 2014

Primera embajadora de Argentina en el lejano y desértico Qatar


DOHA.- Rossana Surballe (50), embajadora argentina en Qatar (suroeste de Asia) nació en el Hospital Español de Godoy Cruz, pero creció en Guaymallén. Fue alumna de la Escuela Italiana y cursó el secundario en el colegio Martín Zapata, de Mendoza.

Antes de ingresar a la Cancillería, estudió Derecho en UBA. “Ése -comentó por teléfono- fue mi primer desarraigo, y luego vendrían varios más, aunque siempre vuelvo a Mendoza, que es mi punto de referencia”, ha dicho al diario 'Los Andes'.

Es hija de un fallecido dirigente sindical bancario, Fuad Surballe, y de Lucía Santoni, “con quienes aprendí el significado del amor incondicional. Papá fue quien me inspiró amor por la libertad y mi compromiso con la Argentina”, testimonió Rossana, que dice que siempre tuvo vocación por lo público, aunque también ejerció la abogacía y trabajó en el sector privado.

Además de abogada, Rossana es periodista, profesión en la que se desempeñó a principios de los ‘90 como productora del canal Telefé. Tiene también un máster en Relaciones Internacionales.  

Cuando decidió estudiar Derecho en Buenos Aires fue porque ya tenía la idea de la carrera diplomática. Sin embargo, no fue hasta 1997 cuando presentó los papeles de ingreso al Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN). 

Sus primeros pasos en la diplomacia estuvieron concentrados en las negociaciones comerciales internacionales y su debut como funcionaria en el extranjero se produjo en México donde, según sus palabras, tuvo “una experiencia de vida y de crecimiento profesional y personal que fue verdaderamente transformadora y tocó fuertemente mi espíritu. Allí viví desde 2004 a 2009”. En suelo azteca condujo la jefatura de la sección Económico-Comercial de la Embajada argentina. “Llegué a organizar más de 30 misiones de promoción comercial y de inversiones, varias de ellas encabezadas por distintos gobernadores de nuestra provincia”.

Antes de ser enviada a Qatar, Rossana desempeñó funciones en la Secretaría de Relaciones Exteriores, confiándosele tareas vinculadas al Mercosur y Unasur.

Aunque se cumplen 40 años de relaciones diplomáticas entre Argentina y Qatar, la vinculación comenzó a consolidarse en los últimos años. En 2010, el entonces emir de Qatar, Sheikh Hamad bin Khalifa Al Thani, visitó Buenos Aires. 

Posteriormente, en 2011, la presidenta Cristina Fernández visitó la capital de la nación árabe, Doha, y en esa ocasión se tomó la decisión de abrir ambas embajadas, la argentina en Qatar y la qatarí en Buenos Aires, lo que se concretó en 2013, cuando ambos Estados designaron sus primeros embajadores. 

Rossana Surballe asumió como representante argentina en el país del golfo pérsico el 13 de setiembre del año pasado. “La designación significó para mí, además de un gran honor, un enorme desafío y una gran responsabilidad”. No hay que olvidar que Qatar posee la tercera mayor reserva mundial de gas natural, lo que ha convertido al pequeño emirato en el Estado con mayor renta per cápita del planeta.

“Abrir una embajada implica una tarea de profunda construcción, desde la sede y equipo de trabajo e infraestructura necesarios, hasta trabar relación con las distintas autoridades y referentes locales. Se trata de explorar oportunidades y, sobre todo, de conocer el país de destino, de difundir el nuestro y de ir encontrando espacios de cooperación conjunta. Eso, desde luego, requiere de mucho esfuerzo. Claro, la tarea también brinda alegrías inolvidables como la que tuvimos con el equipo de la Embajada el primer día que vimos flamear nuestra bandera en tierras tan remotas”, confiesa.

-¿Qué actividades están desarrollando ahora?

-La apertura de la sede en Qatar se inscribió en una política orientada a propiciar oportunidades a nuestro país en destinos no tradicionales. En ese marco, las economías del Golfo se presentan entre las más dinámicas en los últimos años, por los procesos de desarrollo en los que están involucradas. En el caso de Qatar, en estos meses hemos detectado que los campos más propicios para incrementar los intercambios son el energético, los alimentos, software, turismo y deportes.

Vida cotidiana en el desierto

La mendocina describe que el lema de Qatar es “Progreso manteniendo nuestras tradiciones”. Añade: “Es un país en completa transformación y con una vocación por el desarrollo y la excelencia destacables, pero que a la vez busca mantener sus raíces profundamente árabes y musulmanas. Toda una tarea en un medio en que la población local es minoritaria. De los casi dos millones de habitantes, sólo poco más de 250.000 son qataríes”.

Sobre la capital del país, expresa: “Doha es una ciudad chica aunque muy cosmopolita, con un centro plagado de edificios impresionantes en diseño, estructura, lujo y altura. El ambiente es armonioso, la gente es amable y educada. Los qataríes usan indefectiblemente el atuendo tradicional, con cabeza cubierta. Ellos, de impecable blanco; ellas, de riguroso negro, muchas con cara tapada -sólo ojos descubiertos- y algunas totalmente cubiertas con el velo, lo que depende de la elección de cada mujer. Para las extranjeras no es obligatorio cubrirnos el rostro. Usamos la vestimenta habitual de nuestros países, con la recomendación de cubrir hombros y rodillas”.

Otro contraste que destaca entre nativos y extranjeros es en lo que concierne al consumo de alcohol. “El Islam prohíbe el consumo de alcohol y eso se aplica en la legislación qatarí. Sin embargo, los principales hoteles están autorizados para expendio y consumo de alcohol”.

En Qatar se jugará el mundial de fútbol 2022, y ya están en marcha los preparativos. “La inversión programada para los próximos años es del orden de los 200 billones de dólares. Para dar sólo un ejemplo, ya están construyendo cinco líneas de subterráneo al mismo tiempo, que conectarán toda la ciudad de Doha”.

Al salir de la capital qatarí, el visitante encuentra el desierto, cuenta Rossana. “Más allá del progreso, los nativos mantienen una relación entrañable con el desierto y suelen ir a pasar su tiempo libre allí”.

Y continúa: “Internarse en el espacio de los atardeceres del desierto de arenas blancas, y que poco a poco van cambiando a cobrizos y hasta rojizos al atardecer, es una experiencia imperdible. La naturaleza en permanente cambio se percibe nítidamente. El viento transforma el paisaje constantemente y, a la vez, la sensación de vacío y quietud cobra una presencia inconmensurable. Maravillosa oportunidad para los meditadores y en general, para las almas sensibles a los mensajes de la madre tierra”.

La mendocina medita sobre el contraste entre la base desértica de esas latitudes y la gran ciudad que es Doha. “Es un claro mensaje -dice- de lo que la creatividad, el trabajo y el capital humano pueden concretar cuando esa energía está orientada a la transformación y al crecimiento. En eso Qatar y Mendoza tienen similitudes. Nosotros también tuvimos un desierto que el trabajo de nuestra gente convirtió en un espacio productivo y vital. Creo que es importante tener presentes esas capacidades tan nuestras, de cara al futuro”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario