sábado, 16 de enero de 2016

Petróleo, ni tan caro ni tan barato / Primo González *

La caída del precio del petróleo ha dejado de ser una buena noticia económica paraconvertirse, en las últimas semanas, en un asunto que causa creciente preocupación en medios económicos. No tanto por la mala situación en la que se están quedando las compañías petroleras, embarcadas en una espiral de ajuste de inversiones, recortes de empleo y ventas de activos. Ni siquiera por el desequilibrio creciente en el que están embarcadas las economías altamente dependientes de la exportación de crudo, algunas de las cuales, hecho insólito, están presentando déficits presupuestarios, impensables hace apenas un año.


Uno de los datos anecdóticos de estos últimos días ha sido el inicio de exportación de petróleo por parte de Estados Unidos a refinerías europeas, algo ciertamente impensable hace unos años, ya que las exportaciones de crudo estaban prohibidas en este país desde la primera crisis petrolera, allá por los años 70 del siglo pasado, prohibición que fue reforzada en los años posteriores, a medida que el petróleo pasó a convertirse en un arma diplomática de primera magnitud, en plena guerra fría.

En Estados Unidos ahora sobra petróleo porque la producción de crudo, aunque a precios no siempre muy competitivos, ha aumentado de forma considerable y este país ha pasado a convertirse en uno de los mayores productores del mundo, lo que le permite autoabastecerse, dejar de importar petróleo del mundo árabe e incluso exportar lo que le sobre. Estados Unidos se ha convertido en una auténtica potencia energética mundial, tras haber superado a Rusia y tras equipararse en producción de crudo a Arabia Saudí.

Las reservas que atesora este país, fruto de una producción desbordante derivada de los nuevos yacimientos de petróleo no convencional, producción superior a las necesidades, están inundando sus instalaciones de almacenamiento y se ve obligado por ello a darles alguna salida comercial para evitar el costoso acaparamiento. 

Hace un año, Estados Unidos pasó a convertirse por primera vez en proveedor de petróleo y derivados a México, uno de los países que sustentaba su economía, entre otras cosas, en el importante flujo de exportaciones energéticas al vecino del norte. Ahora, la situación se ha revertido. Un hecho anecdótico es el cambio de función de algunas importantes instalaciones portuarias, que se habían diseñado con grandes inversiones para acoger sobre todo el gas natural licuado que Estados Unidos importaba en dosis crecientes. Esas instalaciones portuarias sirven ahora para exportar gas y petróleo así como productos derivados.

A la postre, las dos consecuencias más directas de la actual situación energética (petroleras y países exportadores en aguda crisis), con ser importantes, no son más que el inicio de una espiral de contrariedades que puede causar serios trastornos a la evolución de la economía global ya que la brusquedad del giro que ha experimentado el mercado mundial de materias primas, y en especial del petróleo, puede perturbar los flujos de capitales, las inversiones asociadas a la continuidad de la búsqueda de recursos naturales, a la calidad de los activos financieros que circulan por el mundo, a la fluidez de los mercados bursátiles o a los equilibrios en el mercado de renta fija, por mencionar algunos de los puntos de tensión que están auscultando en estas últimas semanas los analistas de diversas esferas de la economía internacional. La procesión bajista de las Bolsas en este inicio del año 2016 parece no ser más que un anticipo de una crisis más amplia.

(*) Periodista y economista español

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