miércoles, 30 de abril de 2014

Qatar, el país más rico del mundo

DOHA.- El gas y el petróleo han convertido a Qatar en el país más rico del mundo, suficientemente rico como para gastar, aparentemente, 200.000 millones de dólares en estadios e infraestructura para el Mundial de Fútbol 2022.

El clima todavía está agradablemente fresco como para sentarse al aire libre en Doha, capital de Qatar. En unas pocas semanas será imposible, y aquellos que no tienen que trabajar afuera se retiraran al confort de las salas refrigeradas con aire acondicionado.
Por ahora, las familias se relajan en la tarde soleada paseando por la costa. En los últimos años el paisaje ha cambiado tanto que se ha vuelto irreconocible. Torres de vidrio y acero se elevan como un bosque artificial en lo que antaño era una costa totalmente plana.
"Nos hemos vuelto urbanos", dice Kaltham Al Ghanim, profesor de sociología de la Universidad de Qatar. "Nuestra vida social y económica ha cambiado y la cultura del consumo ha ganado terreno".
El gobierno de Qatar presenta estos cambios como algo positivo.
De ser una nación extremadamente pobre hace un siglo, el país ha pasado a ser el más rico del mundo, con un ingreso per cápita de 100.000 dólares.
¿Qué impacto ha tenido este cambio en la sociedad catarí?
En Doha se siente la presión. La ciudad es un sitio en construcción: algunas zonas están en plena obra o en proceso de demolición. El tráfico es denso. Hace que la jornada laboral se torne más larga y deja a los conductores impacientes.
Los cataríes tienen educación y medicina gratuitas, trabajo garantizado, subvenciones para comprar viviendas y no pagan por el agua o la electricidad.
Sin embargo, la abundancia trajo sus propios problemas.
"Es desconcertante para los estudiantes que se gradúan enfrentarse con 20 ofertas de trabajo", me dice un académico en el campus universitario de Qatar. "La gente se siente muy presionada para tomar la decisión correcta".
En una sociedad en la que los inmigrantes superan en 7 a 1 a los cataríes, los residentes autóctonos hablan de la creciente frustración entre los graduados porque los mejores trabajos van a parar a manos de los extranjeros.
Hay una sensación de que, en la prisa por crecer, se perdió algo importante.
La vida de la familia catarí está atomizada. Los niños por lo general son criados por niñeras traídas de Filipinas, Nepal o Indonesia, y la brecha cultural es cada vez más amplia entre las distintas generaciones.
Umm Khalaf, una mujer de unos 60 años cuyo rostro está escondido tras la tradicional máscara facial, me describió la "belleza simple" de la vida durante su juventud.
En el mercado de Souk Waqif la gente disfruta de la cálida noche. El mercado es una réplica. El original fue derribado hace una década y reconstruido para parecer antiguo.

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