miércoles, 30 de agosto de 2017

España tiene derecho a vender armamento a Arabia Saudí… / Antonio Sánchez-Gijón *

Las de­nun­cias rea­li­zadas por Podemos y por los an­ti­sis­tema de la CUP contra la pre­sencia de don Felipe VI en la ma­ni­fes­ta­ción del pa­sado sá­bado en Barcelona, en re­cuerdo y apoyo de las víc­timas de los aten­tados de hace ocho días en Cataluña, eli­gieron como es­tigma de des­cré­dito de su per­sona la venta de armas es­pañolas a Arabia Saudí. 

Sin em­bargo, no se en­tiende bien por qué España no po­dría vender ar­ma­mento al reino saudí, un es­tado in­ter­na­cio­nal­mente re­co­no­cido, con de­recho a de­finir sus de­sig­nios geo­po­lí­ti­cos, como lo hace cual­quier otro país del Golfo. 

Y hay buenas razones para opinar que Arabia Saudí debe mantener un alto nivel de preparación militar, en una región del mundo de alto valor estratégico, donde la mayor potencia regional, Irán, tiene ambiciones geopolíticas contrarias a los intereses de otros países Golfo, y en gran medida también a los de algunos países occidentales, debido a la proyección de sus ambiciones militares y políticas sobre la región del Golfo, y sobre Iraq, Siria y Líbano.


Irán ha estado embarcado hasta hace dos años en un programa de armamento nuclear, que de llegar a consumarse hubiese desestabilizado no sólo el Golfo, sino el entero Oriente Medio. Ese programa se halla temporalmente en suspenso en virtud de un tratado internacional impuesto al país de los ayatolás por una coalición de grandes potencias.


Irán, por otra parte, proyecta sus políticas mediante una tupida red internacional de propaganda so capa de información (como hacen, claro está, todas las potencias que difunden y defienden su ideario político y cultural). Un brazo de esa red en España es Hispán TV, cadena asociada al crecimiento de la propaganda de Podemos y plataforma de proyección audiovisual de un, en su día, inexperto y joven Pablo Iglesias.


Así que siendo uno tan suspicaz, como Podemos y sus amigos de la CUP lo son respecto a las armas que España vende a Arabia Saudí, podríamos decir que para ser fieles al ideario internacional de aquella formación populista, Pablo Iglesias está obligado a defender la legitimidad de los intereses geopolíticos de una potencia de la que ha obtenido, o sigue obteniendo directa o indirectamente, tanto y tan sustancial apoyo.


Lejos de ser, como pretenden, adalides de los derechos humanos y del amor a la paz, Iglesias y Podemos son voceros de un proyecto geopolítico, de raíz musulmana, tanto o más que el de cualquiera de las otras potencias del Golfo.


No pareciendo estar muy actualizado en seguridad internacional, a Iglesias posiblemente se le ha escapado que hace pocas semanas se ha iniciado un acercamiento entre Riad y Teherán, el primero después de que Irán rompiera relaciones con Riad por la ejecución de un líder religioso chiita y no impidiese el incendio de la embajada de Arabia Saudí en aquel país, en enero de 2016.


Los ministros de Exteriores de los dos países se encontraron recientemente en la Conferencia de Cooperación Islámica, y acordaron otorgar visados a sus diplomáticos para visitar sus embajadas y legaciones. El cálculo de Riad es calmar a Teherán respecto de sus propios planes para recuperar una presencia económica y política más intensa en Iraq, que durante muchos años ha estado bajo la sombra diplomática y militar de Irán.


Todo ello lo podemos atribuir a la necesidad que tiene Riad de asegurar el futuro del recientemente elegido príncipe real y heredero del trono, Mohamed bin Salman, para lo que le es necesaria la reducción de tensiones con una potencia mucho mayor como es Irán, que ha demostrado ejercer una influencia más desestabilizante que la que pueda ejercer el reino saudita, al menos en la región geopolítica en que cohabitan.


La iniciativa rebasa el marco meramente saudí. En ese acercamiento también están interesados otros estados del Golfo. En su reunión no. 142, de finales de mayo, el consejo ministerial de la Conferencia de Países del Golfo acordó abrir un diálogo de tipo estratégico con Teherán. Esos países necesitan calmar sus relaciones con los ayatolás, si quieren introducir unas reformas urgidas por los cambios previsibles en sus cálculos económicos para el futuro, debido a la reducción de su posición preeminente en el control del comercio mundial de hidrocarburos y al crecimiento vertiginoso de una población joven e impaciente, que pide reformas.


Por lo tanto, para esta situación en particular, en una región clave para la estabilidad mundial, las armas pueden tanto servir para avanzar con confianza y seguridad hacia la paz, o como garantía contra las asechanzas de otras potencias. Ninguna potencia ajena al área está obligada a pronunciar un juicio definitivo y final de las intenciones de las potencias de esa región, las cuales tienen todo el derecho a defenderse de, o medirse pacíficamente con, otra potencia cualquiera.


No corresponde, pues, al jefe de un estado europeo juzgar y decidir sobre los derechos de otros países, en otra región del mundo, a proteger sus intereses con los instrumentos pensados desde siempre para asegurar esos fines. Sobre todo cuando no han desafiado a la comunidad internacional, como lo hizo Irán con su programa nuclear. Un programa, recuérdese, diferido durante unos pocos años, no cancelado para siempre.


Pasar por alto estas consideraciones ponen al descubierto al diletante que hay en el hirsuto y sabelotodo líder de Podemos.


(*) Periodista español


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