martes, 2 de agosto de 2016

Negociaciones inter-yemenitas en peligro de colapso

BEIRUT.- La retirada de Kuwait de la delegación gubernamental de Yemen avivó hoy el escepticismo sobre el éxito de las negociaciones de paz con los rebeldes, a pesar de haber aceptado una propuesta de acuerdo de la ONU.

Para la mayoría de analistas que dan seguimiento a la crisis en el país de la península Arábiga sobran evidencias para creer previsible el colapso de las conversaciones iniciadas el 21 de abril en la capital kuwaití bajo el auspicio del enviado especial de la ONU para Yemen, Ismail Ould Cheikh Ahmed.

Sin embargo, los maratónicos esfuerzos emprendidos por el país anfitrión y el diplomático mauritano el fin de semana en aras de salvar las tratativas aliviaron parcialmente los temores, sin perder de vista la persistencia de combates sobre el terreno y los abismos que separan a los negociadores.

El viceprimer ministro y canciller yemenita, Abdelmalak Al-Mekhlafi, quien preside la comitiva que representa al gobierno del presidente Abd Rabbo Mansour Hadi, aseguró anoche que las negociaciones "no estaban suspendidas ni finalizadas" y concluirán en la nueva fecha prevista del 7 de agosto.

Al-Mekhlafi hizo tal aseveración desde el aeropuerto internacional de Kuwait poco antes de regresar a Riad, la capital saudita donde radica desde hace más de un año el gobierno "semi-exiliado" de Hadi después que el movimiento Ansar Allah lo expulsó de Sanaa, en septiembre de 2014.

Previo a su partida, la comitiva gubernamental suscribió un borrador de acuerdo remitido por la ONU con el propósito de detener la guerra iniciada el 26 de marzo de 2015 con bombardeos aéreos de Arabia Saudita, pero el viaje lo hizo a sabiendas del rechazo de la contraparte insurgente.

De hecho, Al-Mekhlafi aprovechó su comparecencia ante los medios para instar al liderazgo houthi de Ansar Allah y a sus aliados del Congreso General del Pueblo (CGP), el partido del expresidente yemenita Alí Abdulah Saleh, a suscribir el pre-acuerdo presentado por Cheikh Ahmed.

Con su rúbrica, los rebeldes "demostrarán cuán serios son para lograr paz y seguridad para Yemen, así como a terminar la guerra y sus destructivos efectos mediante la entrega de las armas, la retirada de las ciudades que dominan y la reactivación de las instituciones del Estado", apuntó.

Precisamente, lo anterior sintetiza los elementos de mayor escollo en el difícil proceso negociador inter-yemenita -que no necesariamente lleva implícita la reconciliación-, pues los sublevados se muestran reticentes a acatar tal cual esos aspectos contenidos en la resolución 2216 de la ONU.

De acuerdo con el contenido del proyecto de acuerdo, los rebeldes beben dejar Sanaa (la capital), Al-Hodeidah y Taiz, deshacerse del armamento pesado y devolver las instituciones estatales que dominan desde hace casi dos años.

La insurgencia, por su parte, defiende primero la formación de un gobierno de unidad y, además, aboga por un presidente de consenso -que no sería Hadi- para conducir y supervisar la transición en un escenario post-conflicto.

Según la percepción del gobierno de Hadi, además de los reclamos ya conocidos, "eventualmente" aceptaron "un repliegue gradual de las principales urbes" como "un primer paso para apoyar los esfuerzos del enviado de la ONU y aliviar los sufrimientos del pueblo de Yemen".

Pero no hay diálogo, si al menos dos no quieren hablar, y tampoco puede haber acuerdo firme, sin la implicación de todos los contendientes; y en el caso de Yemen existen demasiados beligerantes que, incluso sin portar armas, tienen la capacidad para matar, estancar o revertir las negociaciones.

Si bien la paz y la prosperidad de Yemen figuran públicamente como prioridades de las conversaciones en Kuwait, la amalgama de intereses externos, algunas veces incompatibles, mantiene encallado el proceso.

De hecho, no será necesario certificarlo oficialmente fracasado o diferido para entender que los esfuerzos diplomáticos del enviado especial de la ONU están abocados -en el escenario más optimista- a una inercia de ni guerra ni paz, pero sin reconciliación.

Transcurridos ya cuatro meses de pláticas sin ningún logro tangible, la decisión de los houthis y del CGP de formar un Consejo Político Supremo ahondó, todavía más, las desconfianzas y desencadenó un sinfín de reproches del gobierno y sus aliados regionales, en particular Arabia Saudita.

Del lado de la "legitimidad constitucional", léase Hadi, están -a título individual y en bloque- los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), la Organización de Cooperación Islámica, la Liga Árabe y la ONU.

Los rebeldes cuentan básicamente con la simpatía y -según algunas fuentes- con estrategas y combatientes de Irán y del movimiento chiita libanés Hizbulah, claves para permitirles resistir 17 meses de bombardeos y bloqueos aéreo, naval y terrestre de la coalición árabe-islámica que lidera Riad.

Más allá de las particularidades del hipotético acuerdo, lo innegable es que para las seis monarquías sunnitas del CCG y aliados occidentales como Estados Unidos es y será inaceptable que se instale un gobierno chiita pro-iraní en un espacio estratégico como el golfo Pérsico.

Mientras la falta de entendimiento agrava las penurias de la población yemenita, otra verdad inamovible es que Ansar Allah y el CGP, después de tanta resistencia, tampoco parecen dispuestos a tolerar sin nada concreto a cambio que Yemen quede bajo lo que llaman "égida estadounidense-saudita".

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