LONDRES.- Donald Trump está cobrándose un favor. En noviembre, el presidente
estadounidense exoneró públicamente a Mohammed Bin Salmán, príncipe
heredero de Arabia Saudí, por su presunto papel en el asesinato del
periodista Jamal Khashoggi por agentes saudíes. Cinco meses después, el
quid pro quo de Trump con Bin Salmán –para ayudarle a mitigar el efecto
sobre los precios del petróleo del bloqueo de Irán mediante severas
sanciones– parece claro.
En los últimos seis meses, ocho países, incluyendo China e India, han
sido autorizados a seguir importando algunos de los 2,7 millones de
barriles diarios de crudo de Irán. Esto ha mantenido las exportaciones
iraníes en alrededor de un millón de barriles diarios, en comparación
con el doble de hace un año.
Ayer, el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, dijo que este período de exención no se extenderá.
Si este petróleo deja de fluir, Trump habrá complicado su propia
tarea de mantener controlados los precios de la gasolina mientras se
prepara para las elecciones presidenciales de 2020. A diferencia del
otoño pasado, el mercado del petróleo ya no está enormemente
sobredimensionado.
Arabia Saudí, su Organización de Países Exportadores
de Petróleo, sus pares y aliados como Rusia, han reducido la producción
en más de 1,2 millones de barriles por día, según la Agencia
Internacional de la Energía.
Y la producción libia y venezolana también
tiene problemas. Las reservas de petróleo de las economías desarrolladas
están ahora por debajo de su promedio quinquenal, al menos según una
métrica ampliamente seguida.
Ahí es donde entra en juego la ficha de Bin Salmán. Con 9,8 millones
de barriles diarios, la producción saudí es inferior en más de 2
millones de barriles diarios a su producción máxima teórica, según
cálculos de la AIE.
Sin embargo, el aumento de la producción podría significar una
reducción de los precios del crudo, lo que haría más difícil para Riad
equilibrar su presupuesto. Obviamente, seguir el camino que indica Trump
también molestará a los pares saudíes de la OPEP, que están más cerca
de sus capacidades de producción. Los miembros más pequeños ya se están
quejando de que esa política no les conviene.
Arabia Saudí podría evitar tener que aumentar la producción si el
crecimiento económico se ralentiza y la demanda de petróleo se desploma,
o si China e India ignoran la orden de Estados Unidos y siguen
importando de Irán. Pero ninguna de las dos cosas está garantizada.
Y si Bin Salmán piensa en el año pasado, recordará que la decisión de
la administración Trump de conceder exenciones también fue un giro de
180 grados que provocó la caída de los precios a finales de año. Gracias
al caso Khashoggi, Arabia Saudí no está en condiciones de hacer frente a
la caprichosidad del Tío Sam en el frente del petróleo.
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