domingo, 9 de diciembre de 2018

La sangre de Khashoggi llega a la Casa Blanca / Carlos Alberto Montaner *

Nadie sabe para quién asesina. Mohamed bin Salman, el príncipe saudí, según todos los síntomas, ordenó la muerte y el descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi, pero la sangre ha salpicado a Donald Trump y amenaza con desestabilizar su caótico gobierno.

Lo que Salman no pudo calibrar era que la oposición demócrata, ya con mayoría en el Congreso, lo utilizaría para lo que los viejos artilleros llaman “un tiro por elevación”. Le apuntarían a él y a su gobierno, pero para darle a Trump. Ése es el objetivo.

Como el exiliado era residente en Estados Unidos, Salman tuvo la fina cortesía de destriparlo en Turquía, donde, supuestamente, no indagarían excesivamente sobre la desaparición del sujeto.

Al fin y al cabo, el presidente Recep Tayyip Erdogan, un hermano sunita, no es ajeno a la mano dura y conoce las dificultades de ejercer el poder en esa sanguinaria región del planeta. El que manda siempre debe tener la cimitarra afilada. O la sierra eléctrica, que no en balde vivimos en el siglo XXI.

¿Por qué Salman despachó hacia Estambul una pequeña expedición de asesinos para ejecutar a Khashoggi, en la que no faltaban un forense y un jet de privado, si sabía que no era una persona peligrosa y, por el contrario, se trataba de una persona moderada que balanceaba la información sobre Arabia Saudí? 

Mi conjetura, basada en la información publicada por CNN en español, es que Salman deseaba que sus servicios secretos supieran que con él no se podía jugar porque no vacilaba en eliminarte. Era un mensaje a su entorno.

En los últimos tiempos le había enviado a su amigo Omar Abdulaziz más de 400 mensajes por WhatsApp en los que criticaba severamente a Salman. Los dos creían que comunicándose por WhatsApp estaban a salvo de la inteligencia saudí, pero no era cierto: hace ya algún tiempo que los israelíes habían descubierto cómo vulnerar esos códigos y presumiblemente casi todos los servicios de espionaje poseen el modo de penetrar el popular (y gratis) sistema de comunicación.

Khashoggi tenía a Salman por un joven petulante e implacable que tomaba prisionero a cualquiera. Cita CNN: “Los arrestos no están justificados y no le sirven (dicta la lógica), pero la tiranía no tiene lógica, él ama la fuerza, la opresión y necesita presumirlas. Es como una bestia ‘pac man’ que cuantas más víctimas come, más quiere. No me sorprendería que la opresión alcanzara incluso a aquellos que lo celebran, luego otros y otros más y así en adelante. Dios sabe”.

Cuando la prensa le ha preguntado a Trump sobre las razones de su encubrimiento a Salman, el presidente norteamericano ha dicho una falsedad (“pudiera haberlo hecho o pudiera no haberlo hecho”), pero enseguida ha respondido como un vendedor, contando la razón económica tras esa farsa insostenible: Arabia Saudí es un socio de máxima importancia.

Le vende a Estados Unidos el 9% del petróleo que el país importa y le compra el 98% de las armas y proyectiles que utiliza. Estamos hablando de miles de millones de dólares, sin contar los gastos de guerra de los Emiratos Árabes Unidos, de Egipto y Turquía, también clientes de Washington.

En éste y parecidos episodios, protagonizados tanto por demócratas como por republicanos, se advierte la enorme contradicción que existe entre el discurso de la libertad y la conducta de los diferentes gobiernos. Y la excusa (también cierta) es que, si las armas no las vendiera Estados Unidos, los beneficiados serían otros poderes adversarios: Rusia o China se quedarían con esos mercados, o incluso Francia, Reino Unido o Alemania, otros de los grandes mercaderes de armamentos.

En todo caso, es un disparate mayúsculo que el presidente –sea Trump u Obama-, o la Corona española o inglesa, patrocine intereses (la industria armamentista, los hoteleros, los que sean), como si a todos los habitantes de sus países les conviviera el éxito económico de esos sectores. Eso no es verdad.

Cuando yo era joven creía que “lo que era bueno para la General Motor era bueno para Estados Unidos”. No es cierto. Lo que es bueno para la sociedad lo determina el libre mercado y no los acuerdos mercantilistas de los gobernantes, punto de partida de tantos negocietes indignos, como se ha visto con los Odebrecht de este mundo.

Contrario a la leyenda, los países no tienen intereses económicos discernibles. Lo que es bueno para los exportadores es malo para los importadores y viceversa. Las empresas son las que tienen intereses.

Los presidentes y los reyes son sólo los depositarios de los valores generales de la sociedad. Si Trump hubiera suscrito este principio, la sangre de Khashoggi no habría manchado a la Casa Blanca y él no estaría en apuros.



(*) Periodista cubano



EEUU quiere seguir apoyando a la coalición liderada por los saudíes en Yemen

ABU DHABI.-Estados Unidos quiere seguir apoyando a la coalición liderada por Arabia Saudí en la guerra de Yemen y continuará participando en los esfuerzos para combatir la influencia iraní y el extremismo islamista en el estado árabe, dijo el domingo un funcionario del Departamento de Estado. 

Desde el asesinato del columnista del Washington Post Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul el pasado 2 de octubre, la Administración estadounidense ha estado bajo presión en casa por un conflicto que dura ya casi cuatro años.
El mes pasado, el Senado votó a favor de una resolución para poner fin al apoyo militar de Estados Unidos, que incluye la venta de armas y el intercambio de inteligencia con la coalición musulmana suní respaldada por Occidente que intervino en 2015 contra los hutíes alineados con Irán para restaurar el gobierno internacionalmente reconocido.
“Hay presiones en nuestro sistema ... para retirarnos del conflicto o interrumpir nuestro apoyo a la coalición, a las que nos oponemos enérgicamente desde la administración”, dijo Timothy Lenderking, subsecretario estadounidense para asuntos del Golfo pérsico.
“Creemos que el apoyo a la coalición es necesario. Discontinuar nuestro apoyo enviaría un mensaje equivocado”, dijo en un foro sobre seguridad en los Emiratos Árabes Unidos.
El mes pasado, Estados Unidos detuvo el reabastecimiento de combustible de aviones de la coalición, que ha sido acusada de ataques aéreos que han matado a miles de civiles en Yemen.
Las garantías del funcionario sobre la continuidad del apoyo estadounidense se producen cuando Suecia se encuentra organizando las primeras conversaciones de paz dirigidas por la ONU en dos años entre las partes del conflicto y mientras los líderes árabes del Golfo celebran una cumbre anual en Riyad el domingo, en la que previsiblemente se trate la guerra en Yemen.

Cumbre de los países del Golfo en Riad marcada por múltiples crisis

RIAD.- Las seis petromonarquías árabes del Golfo iniciaron este domingo una cumbre anual en Riad en un contexto marcado por una multiplicación de crisis, como el divorcio diplomático con Qatar, la guerra en Yemen o el caso Khashoggi.

El emir de Qatar, jeque Tamin Ben Hamad Al Thani, no confirmó su presencia en este Consejo de cooperación del Golfo (CCG), a pesar de haber sido invitado oficialmente. Qatar está representado por el número dos de su diplomacia, el ministro de Relaciones Exteriores, Sultán al Merriji, según un portavoz oficial en Doha.
Qatar, pequeño y riquísimo Estado, sigue marginado por sus poderosos vecinos, como Arabia Saudita y Emiratos Árabes, que lo acusan de apoyar a grupos islamistas radicales y de estrechar sus vínculos con Irán.
Baréin, otro miembro del CCG, y Egipto también participan en el embargo contra Qatar.
A pesar de la ausencia del emir qatarí, el rey Salmán de Arabia Saudita defendió en un breve discurso inaugural la necesidad de "preservar la entidad que es" el CCG.
Acusó a Irán de "continuar entrometiéndose en los países de la región". 
"Esto nos empuja a preservar las garantías de nuestros países y a defender en colaboración con nuestros socios la seguridad y la estabilidad en el Golfo", añadió.
Por su parte, el emir de Kuwait, jeque Sabah al Ahmed al Sabah, que intentó una mediación entre Qatar y sus vecinos, llamó a frenar esta crisis, la más grave de la historia del CCG.
Pidió "poner fin a las campañas de prensa que sembraron la discordia [entre los pueblos de la región] para preparar el terreno a una reconciliación".
En junio de 2017, Arabia Saudita, Emiratos, Baréin y Egipto, rompieron sus vínculos diplomáticos, pero también económicos y sociales, con Qatar, que anunció recientemente que abandonará en enero la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
El CCG también cuenta como miembros con Omán y Kuwait, que no participaron en el embargo a Qatar.
Esta alianza regional, surgida en 1981 para hacer frente al régimen iraní de los ayatolás, ha visto cuestionada su pertinencia durante los últimos años.
Al término de la sesión plenaria, los participantes en la cumbre deben continuar sus conversaciones a puertas cerradas antes de publicar un comunicado final por la noche.
El rey Salmán defendió igualmente la intervención de su país en Yemen desde 2015 y deseó una "solución política" en este país, así como en Siria.
La cumbre del CCG se celebra la misma semana en la que empezaron las negociaciones de paz en Suecia entre los actores en conflicto en Yemen.
Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos están implicados directamente en esta devastadora guerra, al liderar la coalición árabe que apoya a las fuerzas progubernamentales en el conflicto contra los rebeldes hutíes chiitas, aliados de Irán.
Estas negociaciones de paz no se hubieran celebrado si Riad no hubiera pedido al gobierno yemení, reconocido por la comunidad internacional, de que aceptara participar en ellas.
La crisis humanitaria en Yemen, considerada por la ONU como la peor en el mundo actualmente, forzó a las grandes potencias a acelerar la resolución del conflicto.
Arabia Saudita también sigue recibiendo críticas por la muerte del periodista Jamal Khashoggi, asesinado en el consulado de su país en Estambul a principios de octubre.
Qatar se benefició indirectamente de las críticas y las presiones hacia Riad por la parte de numerosos representantes estadounidenses que no comparten la posición del presidente Donald Trump, que consiste en desvincular al príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salmán, de ese asesinato de Khashoggi.