EL CAIRO.- Las relaciones entre las casas reales marroquí y saudí no pasan por
su mejor momento. Unidas por las cuitas internas -a propósito de la
sucesión o de la desaparición de la que fuera primera dama marroquí- y
la delicada salud de sus monarcas, una sucesión de rifirrafes han
reducido los lazos y provocado reacciones cada vez más hostiles, revela hoy el diario español El Mundo.
Hasta
que comenzaran a torcerse, la ciudad marroquí de Tánger era uno de los
destinos de las exclusivas y desenfrenadas vacaciones del rey Salman y
su séquito. Hace dos semanas fue el propio monarca, de 83 años, quien
instó a su homólogo marroquí Mohamed VI (55) a revisar "las relaciones de hermandad" de ambos países en un reconocimiento tácito de unas tensiones provocadas por una cadena de incidentes.
"Ha
habido un número de factores acumulativos que han incrementado las
tensiones", reconoce a LOC Ghanem Nuseibeh, director de Cornerstone
global associates, una consultora de riesgo con sede en Londres
especializada en el golfo Pérsico. El analista aporta, al menos, dos
razones de fondo que han enturbiado las relaciones entre ambas cortes.
"Una emisión de la televisión saudí Al Arabiya que
los marroquíes interpretaron como contraria al país en el asunto del
Sáhara Occidental meses después de que los saudíes junto a otros países
árabes apostaran por Estados Unidos para albergar el Mundial de fútbol
de 2026 en detrimento de Marruecos", precisa.
La trifulca, sin
embargo, ha sido más virulenta de lo que pudiera parecer. Quienes
conocen los lazos aseguran que se hallan en uno de los niveles más bajos
en décadas. En febrero Rabat llamó a consultas a su embajador en Arabia
Saudí, cansado de lo que interpretaron como un continuo desprecio de
Riad. Uno de los principales responsables de agotar la paciencia de los
asesores de Mohamed VI ha sido Turki bin Al Shaij, un asesor de 37 años
muy cercano al príncipe heredero Mohamed bin Salman que hasta el pasado
enero ocupó la autoridad general de deportes. Desde entonces, lidera la apuesta del reino por convertirse en La Meca del ocio, con espectáculos tan variopintos como un trasunto de los "Sanfermines".
Durante
meses, Turki no ocultó en sus redes sociales los reproches contra
Marruecos que circulan por los pasillos del reino ultraconservador.
"Algunas personas se extraviaron. Si desean nuestro apoyo, deben
buscarlo en Riad. Lo que hacen es perder el tiempo. Ahora que pidan al pseudoestado que los ayude",
tuiteó en referencia a Marruecos y sus relaciones con Qatar en plena
carrera del país magrebí para hacerse con el torneo. La regañina, sin el
más leve disimulo, dejó al descubierto la incomodidad de Riad con la
cercanía de Mohamed VI -un rey ausente aquejado de graves problemas de
salud- con Qatar. Rabat no secundó a Arabia Saudí, Emiratos Árabes
Unidos, Bahréin o Egipto en la ruptura de relaciones diplomáticas
decretada en junio de 2017 contra el país.
Lejos de aproximarse a las tesis y las demandas del cuarteto, el
monarca alauí visitó Doha seis meses después de que comenzara un bloqueo
por tierra, mar y aire que aún continua. En su periplo, Mohamed VI
también recaló en Emiratos pero no así en Arabia Saudí. Su encuentro con
el emir qatarí Tamim bin Hamad Al Zani (38) no cayó en el olvido.
Tampoco la reciente decisión de Rabat de abandonar la coalición árabe que bombardea desde hace cuatro años Yemen,
una agresiva aventura de los sucesores al trono saudí y emiratí que ha
segado decenas de miles de vidas civiles. La presencia marroquí era más
testimonial que real pero su salida de la alianza coincide con la
creciente presión de la comunidad internacional para que cesen los
ataques aéreos y los Gobiernos occidentales dejen de proporcionar
armamento.
La gota que colmó el vaso fue, sin embargo, una
información divulgada por Al Arabiya que la diplomacia marroquí
consideró un ataque a la discutible "integridad territorial del reino" a
propósito del Sáhara Occidental, la que fuera provincia española invadida ilegalmente a finales de 1975, con
Francisco Franco agonizando, y el último territorio pendiente de
descolonización en el continente africano. Un golpe a las tesis que
durante décadas Rabat ha mantenido contra viento y marea gracias a la
complicidad de Francia y la negligencia de España.
Y,
a pesar de las diferencias que les separan, ambas monarquías transitan
horas bajas. Enfermo, Mohamed VI ha comenzado junto a sus asesores a
preparar a su sucesor, su primogénito Hasan. Su ex esposa, Lalla Salma,
lleva quince meses desaparecida de la vida pública. Y la semana pasada
miles de profesores llevaron la protesta por sus condiciones de trabajo
hasta el Parlamento. La dictadura reprimió con dureza las
manifestaciones. Salman, en cambio, trastocó todas las reglas de
sucesión entre las distintas ramas de la familia real saudí para
catapultar a su vástago. Las acciones de Mohamed bin Salman en política
exterior y el crimen del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul han provocado su descrédito internacional.
Para
salvaguardar su camino al trono, el treinteañero ha reducido su
exposición pública. Salman ha vuelto a escena a pesar de su frágil
salud. "Está en una fase muy avanzada de alzheimer. No se está
exponiendo. Lo están exponiendo. Su hijo quiere convencer ahora al mundo
de que no está a cargo del país para que las relaciones se normalicen
tras el asesinato", comenta a este suplemento una garganta profunda del
reino que exige anonimato. Como prueba de este recuperado protagonismo,
Salman fue el que acudió a la cumbre que la Unión Europea y la Liga
Árabe celebraron en febrero en Sharm el Sheij. También fue el máximo
representante saudí en la conferencia de la Liga Árabe que tuvo lugar
este pasado domingo en Túnez. Un escenario en el que pudo iniciarse el
deshielo. "Las relaciones entre ambas familias reales son históricas y personales. La cumbre fue, sin duda, una oportunidad para fortalecer los lazos", apunta Nuseibeh.
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