El derrumbe del precio del petróleo ha sido posiblemente la noticia
económica del año. Y cada día, independientemente de la trayectoria que
sigan los precios de este producto, se conocen novedades que reflejan el
impacto, casi siempre negativo, que ello está produciendo en diversos
ámbitos de la vida política y económica.
Ha pasado ya el tiempo en el que se hablaban maravillas de lo bien
que le iba a venir al mundo desarrollado la posibilidad de disponer de
un crudo a precios de ganga, ya que ello produciría una transferencia de
rentas a favor de los países consumidores, que estos podrían emplear
provechosamente en mejorar su nivel de vida y en aumentar la actividad
económica, con todo lo que ello conlleva. No hay muchas predicciones
fiables sobre el tiempo que se prevé pueda durar esta baja cotización
del crudo, pero los últimos análisis de los bancos de inversión y de los
expertos del sector apuntan hacia uno o dos años de precios bajos.
Las dulces esperanzas que un crudo barato estaban inspirando, sobre
todo en Occidente, parece que empiezan a esfumarse. No es sólo que se
vea con cierta preocupación la estrechez en la que han entrado algunos
opulentos países del Golfo, como Arabia Saudí, con las secuelas que ello
puede acarrear a muchos ámbitos de la vida occidental. Es que en las
propias economías desarrolladas, los bajos precios del petróleo y
también del gas empiezan a verse como cuestiones que generan cierta
angustia. La crisis financiera de Arabia Saudí es ya de por sí un asunto
preocupante, ya que este aliado fiel de los países occidentales se
encuentra de repente muy limitado en su capacidad para convertirse en
gendarme de Oriente Medio en la lucha contra el extremismo islamista. El
poderío militar de Arabia está en entredicho.
Ya en el plano económico, las generosas inversiones que estaban
haciendo los saudíes en los últimos años pueden repercutir con fuerza en
algunas compañías europeas y estadounidenses que gozaban de importantes
contratos en Arabia y en algunas monarquías del Golfo. Entre los
potenciales afectados hay algunas importantes empresas españolas, sobre
todo del sector de la construcción, que se pueden quedar muy por debajo
de sus contratos a la hora de cobrar las fantásticas retribuciones que
habían pactado en el momento de la firma de los acuerdos iniciales.
Otra influencia negativa que se puede revolver contra las economías
occidentales es la crisis en la que se están sumergiendo las
multinacionales del petróleo y del gas. El año que empieza se vislumbra
como un campo de minas para las multinacionales del petróleo, obligadas a
severos ajustes de personal, de gastos y de inversiones. Hay una
segunda línea de empresas proveedoras de las multinacionales del
petróleo que también verán recortadas sus aspiraciones.
La escalada de
problemas para toda la cadena del petróleo no ha hecho más que empezar y
durante el año 2016 se vislumbran numerosas reorganizaciones
empresariales, fusiones y compras entre compañías del sector y
posiblemente alguna que otra quiebra, Con el petróleo por debajo de los
40 dólares el barril, hay muchas empresas a las que no le salen los
números. Entre ellas, desde luego, buena parte de las nuevas petroleras
de Estados Unidos, a las que los saudíes, con su estrategia de precios a
la baja, pretendían hundir. De momento no lo han conseguido y buena
parte de ellas resisten con moderado éxito.
(*) Periodista y economista español
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