BARCELONA.- Fuera de las redes sociales saudíes, nadie la conocía. Hasta que un día de septiembre del 2014 fue detenida en la frontera de Arabia Saudí tras intentar entrar al volante de un coche desde los Emiratos en el único país del mundo que prohibía conducir a las mujeres.
La escena, que ella misma grabó y emitió en directo por internet, se
hizo viral. Una veinteañera que blandía su permiso de conducción emiratí
ante los perplejos guardias fronterizos, recuerda hoy el periódico de Barcelona La Vanguardia.
La osadía le valió 70 días en prisión y varios meses sin poder salir del país. Loujain Alhathloul se convirtió en heroína de las feministas y
en bestia negra de los ultraconservadores saudíes.
Más de cuatro años
después, las mujeres conducen por las calles y carreteras de Arabia
Saudí. En junio, el reino de los Saud celebró con gran fanfarria la
concesión de este derecho, guinda del aclamado programa de reformas del
príncipe heredero Mohamed bin Salman para modernizar el petroestado islámico.
Loujain nunca ha visto conducir a sus compatriotas: lleva desde mayo en prisión, sometida a salvajes interrogatorios y torturas, incluidas agresiones sexuales, según denuncia su familia.
Nacida en 1989, la mediana de seis hijos, Loujain
Alhathloul creció entre Arabia Saudí y Francia, donde les llevó el
trabajo del padre como oficial de la Marina.
Aunque ambos progenitores
vienen de tradicionales familias tribales, estimularon a sus hijas para
que tuvieran una buena educación y carreras profesionales. “Loujain
siempre fue la más combativa de los hermanos. Es una mujer libre más que
una rebelde”, dice a La Vanguardia alguien del entorno familiar que no
desea identificarse.
La chica se convirtió en una influencer en las
redes sociales saudíes a principios de esta década, cuando era una
jovencísima estudiante de Literatura Francesa en Canadá y empezó a
colgar vídeos. Sólo que ella no se dedicaba a tutoriales de maquillaje o
a publicitar bolsos de marca, sino a compartir sus sueños de igualdad
para las saudíes. Hablaba sobre el velo –que no llevaba– y los códigos
de vestimenta, sobre lo absurdo del sistema de tutelaje, sobre la
negación de derechos básicos.
Fue su desparpajo, su simpatía natural, así como el fuerte
sentido de la justicia que transmitía, lo que en el 2013 llamó la
atención de las feministas saudíes que barruntaban cómo dar más impulso a
la campaña por la conducción, recuerda Hala al Dosari, una activista
que hoy vive exiliada en EE.UU.
“Queríamos llegar a las jóvenes y ella
tenía miles de seguidores en internet. Las veteranas tenían dudas,
porque la veían demasiado provocadora y occidentalizada, pero la
contactamos y enseguida dijo que sí”, cuenta Al Dosari. El fichaje fue
un acierto. A las pocas semanas, aprovechando una visita a la familia en
Riad, Loujain grabó su primer vídeo para la campaña. Su padre la
recogió en el aeropuerto y la dejó conducir. El vídeo triunfó. Las
autoridades detuvieron al padre que, como guardián legal, era el
responsable del crimen de ella.
“Gracias a Loujain ganamos mucha visibilidad. Pronto
se convirtió en una voz vital para la campaña. Se entregó en cuerpo y
alma”, recuerda Al Dosari. Y pagó caro su protagonismo: “Empezó a
recibir amenazas, sufrió campañas de difamación, la iban deteniendo para
interrogarla. Pero ella nunca se rendía ni perdía el entusiasmo. Es el
tipo de persona que pone por delante lo que es justo a lo que es
seguro”, añade.
La popularidad de Alhathloul se disparó con su matrimonio,
poco después de la detención en la frontera, con Fahad Albutairi, un
joven y famoso cómico saudí. El talante abierto del padre, su apoyo
incondicional a la hija, se vio aquí de nuevo: no se opuso al matrimonio
a pesar de las presiones familiares por la extracción no tribal de
Albutairi.
La pareja exhibía su historia de amor en las redes
sociales, algo revolucionario en un país donde las muestras públicas de
afecto son inauditas. “Ella sentía que las mujeres en Arabia Saudí no
tienen rostro y por eso había decidido poner el suyo en las redes
sociales. Quería normalizar el hecho de que las mujeres también tienen
derecho a disfrutar de la vida”, dice Al Dosari.
Mientras, Arabia Saudí estaba en ebullición. En el
2017, en un golpe palaciego, Mohamed bin Salman, el hijo favorito del
rey, fue nombrado príncipe heredero con un discurso de modernización.
Tres meses después, Riad anunciaba que las mujeres podrían al fin
conducir. Mientras Mohamed bin Salman era ensalzado en Occidente,
Alhathloul recibió una llamada de la corte real, igual que otras
prominentes feministas. Le prohibían hablar con los medios o comentarlo
en internet, aunque fuera para alegrarse. El príncipe no quería que
nadie le robara los aplausos.
Loujain se fue a los Emiratos, donde se matriculó en un
máster y montó una agencia de representación de artistas. Sin olvidar su
activismo. En febrero del 2018 participó en Ginebra en una evaluación
de la ONU sobre los derechos humanos en Arabia Saudí. Un escarnio
intolerable para el régimen. Igual que el hecho que la incansable
Loujain estuviese montando un refugio para mujeres maltratadas que, por
culpa del tutelaje, no pueden escapar de sus abusadores. La familia cree
que estos dos elementos podrían explicar su arresto y el ensañamiento
de sus carceleros.
Al poco de regresar de Suiza, fue detenida en los Emiratos y
puesta en un avión hacia Arabia Saudí. La soltaron al cabo de unos días
pero le retiraron el pasaporte. Fahad, que estaba en un rodaje en
Jordania, también fue detenido y llevado a Riad. No se sabe qué ocurrió,
pero semanas después formalizó el divorcio y no ha vuelto a
pronunciarse en público desde entonces.
A Loujain fueron a buscarla de nuevo en mayo en casa de sus
padres. La familia tardó varios días en saber dónde estaba o de qué se
la acusaba. Hasta que la prensa publicó su rostro junto a la decena de
activistas detenidos tachándoles de “traidores” pagados por enemigos
extranjeros.
Encarcelada en régimen de aislamiento, en cortas llamadas a
su familia explicó que estaba en un “hotel”. Una prisión secreta. En
agosto sus padres pudieron por fin verla. “Temblaba sin parar, no podía
mantenerse en pie o sentarse con normalidad. Ella les dijo que era por
culpa del aire acondicionado”, ha escrito su hermana Alia en un
estremecedor artículo en The New York Times.
Loujain no explicó que había sido brutalmente torturada
hasta el pasado diciembre. “Rompió a llorar. Les contó que había sido
golpeada, sometida a waterboarding (ahogamientos simulados), choques
eléctricos, acosada sexualmente y amenazada con que sería violada y
asesinada. Tenía los muslos negros de moratones”, escribe Alia, que vive
en Bruselas. Según la familia, Saud al Qahtani, mano derecha de Bin
Salman y teóricamente caído en desgracia por su papel en el asesinato
del periodista saudí Jamal Khashoggi, dirigió personalmente varias
sesiones de tortura.
Tras meses de angustiosa espera y callados para no empeorar
la situación de Loujain, la familia ha decidido romper el silencio. Los
padres y dos hermanos están en Riad y tienen prohibido salir del país.
El resto viven fuera.
“Arabia Saudí nunca fue una democracia, pero este
nivel de brutalidad contra mujeres es inaudito –lamenta Al Dosari–.
Espero sinceramente que Loujain y el resto de mis colegas sean
liberadas, pero sé que Mohamed bin Salman sólo dobla la apuesta, nunca
corrige el rumbo”.
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