MADRID.- La situación de Mohammad bin Salman es bastante
complicada. El príncipe saudí es el hombre fuerte del reino pero en las
últimas semanas sus negocios han adquirido una complejidad sustantiva,
especialmente en la guerra de Yemen, aunque no solo en ese país, y
algunos se preguntan si las horas del príncipe heredero están tocando a
su fin, según el diario Público, de Madrid.
En los últimos días dos intervenciones del
ejército de la coalición árabe que lideran los saudíes le han causado
problemas considerables. Un reciente bombardeo de la semana pasada se
saldó con la muerte de más de 40 niños yemeníes, mientras que otro
bombardeo posterior, el pasado fin de semana, dejó 22 niños yemeníes
muertos.
Esas muertes ocasionaron algunas quejas de la comunidad
internacional, incluidas las de miembros del Congreso de Estados
Unidos, pero Bin Salman no ha dado muestras de querer acabar con los ataques contra los rebeldes yemeníes. Es más, una filtración de esta semana revela que el príncipe está decidido a mantener la sangrienta guerra en Yemen.
Según la filtración, que algunos atribuyen al propio
príncipe, Bin Salman reunió hace algunos días a su equipo más cercano y
le pidió que no hiciera caso de las críticas que se están produciendo en
Occidente a raíz de la muerte de decenas de niños yemeníes en los
bombardeos saudíes.
Bin Salman dijo a sus asesores: “Queremos dejar una
huella profunda en la conciencia de las próximas generaciones de
yemeníes, y queremos que sus hijos y sus mujeres, y por supuesto sus
hombres, se asusten cada vez que oigan el nombre de Arabia Saudí”.
Distintas organizaciones humanitarias han acusado a
Riad y sus aliados de atacar deliberadamente a civiles en Yemen, en un
intento desesperado de provocar la rendición de los rebeldes houthies.
Aunque los bombardeos no están consiguiendo su objetivo, las críticas
internacionales son por ahora limitadas.
Existen esas críticas pero ningún país occidental quiere poner en peligro la suculenta venta de armas a Arabia Saudí
y sus socios, y esas mismas armas y bombas son las que están causando
la muerte de un elevado número de civiles. Las grandes potencias
occidentales son, por decirlo así, las que alimentan el monstruo que
desangra Yemen.
Los problemas de Bin Salman no terminan ahí. Esta misma semana se ha informado de que su padre, el rey Salman, ha decidido anular la planeada venta del 5 por ciento de Aramco, la gigantesca compañía de petróleo que es propiedad del estado y que mantiene a flote la economía de Arabia Saudí.
La venta de Aramco ha sido el buque insignia del
plan ‘Visión 2030’ del poderoso príncipe. Bin Salman quiere vender una
buena parte de Aramco para financiar su proyecto de liberar la economía
de la dependencia del petróleo, y crear una economía competitiva que
sustituya a la del petróleo.
Aunque es una jugada arriesgada que cuenta con
detractores en Arabia Saudí, el príncipe cree que en un futuro cercano
los vehículos se desplazarán con energía eléctrica y que el petróleo, en
consecuencia, perderá valor. Por eso es necesario privatizar Aramco
ahora que todavía tiene un gran valor económico, antes de la irrupción
de la electricidad en el mercado de la automoción. Su plan prevé acabar
con la dependencia del petróleo cuanto antes.
Según la agencia Reuters, el rey Salman ha abortado
esta semana la venta del 5 por ciento de Aramco al considerar que la
liberación de la compañía estatal implicaría que los saudíes tendrían
que aclarar la situación financiera de Aramco y dejaría a la familia
real al descubierto. Esto sería un mal trago de consecuencias
imprevisibles que el monarca no quiere correr.
Esta decisión de su padre pone al príncipe entre la
espada y la pared. A sus 32 años, Bin Salman había apostado todo al plan
‘Visión 2030’, pero si no se vende Aramco el plan no se podrá
financiar. Esto significa que el joven príncipe tiene que hacer frente
no solo a las críticas internacionales con motivo de la guerra de Yemen,
sino también a la oposición de su padre, que hasta ahora le había dicho
a todo que sí.
Además, este mes de agosto un problema diplomático
con Canadá ha agitado las aguas del reino. La crítica de los
diplomáticos canadienses al gobierno saudí por encarcelar a activistas
feministas ha llevado a los saudíes a cortar las relaciones con Canadá y a retirar a millares de estudiantes saudíes matriculados en las universidades de Canadá.
Por si eso fuera poco, las inversiones extranjeras
en Arabia Saudí han experimentado un significativo retroceso en los
últimos meses. Esto se debe al encarcelamiento de lujo que Bin Salman
ordenó para algunos de sus familiares con la bandera de combatir la
corrupción. Aunque este asunto parece definitivamente resuelto, la
confianza de los inversores internacionales se ha perdido.
Bin Salman ha seguido una política pro-israelí en el
conflicto con los palestinos. El príncipe ha puesto casi todos sus
huevos en el nido israelí, y los israelíes le han ayudado, pero en julio
el rey Salman salió en defensa de los palestinos y en contra de su
hijo, en uno de los reveses más duros que ha recibido el príncipe.
Recientemente el diario Haaretz de Tel Aviv se preguntaba si el monarca mantendrá a su hijo durante mucho tiempo como hombre fuerte. Otros medios de la región sugieren que el rey le está buscando un sucesor, alguien más dado a seguir la política tradicional de Arabia Saudí y que haga las cosas de una manera no tan impetuosa.
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