PARÍS.- El acuerdo de París despertó
grandes esperanzas al comprometer a 195 países en la lucha contra el
cambio climático, pero quedará como una mera profesión de buenas
intenciones sin el despegue efectivo de la transición energética.
"París
no salvó al planeta, pero preservó las posibilidades de salvar al
planeta", resumió Bill McKibben, fundador de 350.org, una organización
que milita para que los actores económicos (inversionistas,
instituciones, empresas) abandonen las energías fósiles --carbón,
petróleo y gas-- responsables de las tres cuartas partes de las
emisiones de gases de efecto invernadero.
Tras años de difíciles
negociaciones y dotados de un objetivo común muy ambicioso (limitar el
alza de la temperatura mundial muy por debajo de 2ºC), los países pueden
ponerse manos a la obra para buscar soluciones en materia de producción
energética, transporte, construcción y agricultura.
Los eventos
extremos y los récords --como el anuncio previsto este miércoles de que
2015 fue el año más caluroso que se haya registrado-- no dejarán de
recordar a cada cual la necesidad de que la acción climática se
convierta en un eje mayor de las políticas económicas.
Los
dirigentes más poderosos del planeta abordarán esta semana en Davos los
riesgos vinculados a la desregulación del clima y el tema también estará
en la agenda del G20 este año.
"En 2016 hay que convertir en
realidad la promesa climática de la COP21 mediante la acción en el
terreno", señaló el ex ministro francés Pascal Canfin, director general
de WWF en Francia.
"Hay cada vez más actores movilizados para el
desarrollo de soluciones como las energías renovables o la eficacia
energética", agrega, porque "quedó demostrado que son competitivas y
conllevan numerosos beneficios como la mejora de la calidad del aire".
Aunque
aún representen una pequeña fracción del mercado mundial de la energía,
la solar y la eólica se siguen desarrollando cada vez más, desde China
(primer inversionista en energías renovables) a Europa, pasando por
Estados Unidos, África o América Latina.
También se está
desarrollando el potencial de la energía geotérmica. En la COP21 nació
una alianza mundial entre 36 países y una veintena de instituciones.
India, aunque siga apostando al carbón, lanzó en París una "Alianza internacional de la energía solar" junto a otros 120 países.
- Resistencia de los petroleros -
Mejora
de tecnologías, baja de costos y voluntad política: todo converge para
que las energías "verdes" ganen terreno. Se beneficiaron en 2015 de una
suma récord de inversiones, por unos 300.000 millones de dólares.
Pero
para que el mundo concrete realmente la transición energética, habrá
que cambiar de escala en los cambios. La Agencia Internacional de la
Energía (AIE) estima que para alcanzar el nivel de 50% de energías
renovables en 2050 se necesitarán unos 32 billones de dólares de
inversiones.
De ahí las iniciativas como la de Bill Gates en la
COP21 ("Breakthrough energy coalition") destinada a reunir a
inversionistas privados en torno a la innovación tecnológica y la
comercialización de las soluciones.
A pesar de las señales de que
se está comenzando a producir la transición, el mundo depende tanto de
las energías fósiles que la batalla para limitar la desregulación sigue
teniendo un desenlace incierto.
"Evidentemente, esta
transformación choca contra los intereses de numerosos grupos de presión
que buscan preservar su renta procedente de las energías fósiles",
destaca Pascal Canfin.
"Las industrias de gas y petróleo son muy
ricas y poderosas", coincide Alden Meyer, de la Union of concerned
scientists, un centro de investigaciones con sede en Washington.
En
ciertos países (Arabia Saudita, Venezuela, Nigeria, Argelia, Rusia,
etc), los ingresos petroleros y del gas representan una enorme
proporción del PIB.
"Transformar la economía mundial no es una
tarea fácil, habrá mucho juego político, de resistencia, cierta
inercia", predice Saleemul Huq, especialista del desarrollo y consejero
de los países en desarrollo.
Se espera sin embargo que los primeros países en dirigirse a la era post-fósil arrastren a todo el resto.
"Todavía
hay dirigentes apegados a la vieja noción de un compromiso necesario
entre desarrollo y prosperidad económica de un lado y acción climática
del otro", deplora Alden Meyer, pero también existe "una toma de
conciencia cada vez más grande de los costos asociados al impacto" del
calentamiento y a la falta de acción para combatirlo.
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