EL CAIRO.- Arabia Saudí quiere apostar por el entretenimiento para despojarse de la imagen de reino ultraconservador y cerrado
que proyecta aún su monarquía. El país, el mayor exportador de petróleo
del planeta, ha desvelado una multimillonaria oferta de actos en la que
una de las estrellas es su recién estrenada afición por la tauromaquia.
Riad se propone exportar los "Sanfermines" de Pamplona a una ciudad cuyo nombre aún se baraja, según adelanta hoy el diario El Mundo, de Madrid.
"Celebraremos
una competición de corrida de toros. Hemos traído ya los toros y a los
especialistas españoles en este espectáculo", avanzó anoche el príncipe
Turki al Sheij, un estrecho colaborador del heredero Mohamed bin Salman
nombrado presidente de la nueva Autoridad saudí de Entretenimiento en
la reciente remodelación ministerial. Hasta ahora, Al Sheij era máximo
responsable de la Autoridad de Deportes.
Al Sheij no proporcionó más detalles sobre este trasunto saudí de los "Sanfermines", una versión de los festejos menos etílica que la original porque
en Arabia Saudí tanto la venta como la importación, el consumo y la
elaboración de bebidas alcohólicas están prohibidas. "Sigo pensando si
lo podremos celebrar en la ciudad vieja de El Kasab. En cualquier caso,
lo haremos este año", prometió este martes el príncipe.
Tampoco han trascendido los detalles de quienes son los españoles involucrados
en el proyecto, las fechas en la que Arabia Saudí acogería el evento ni
la ganadería que ha exportado los astados. El Gobierno ha firmado más
de un centenar de contratos a largo plazo con compañías locales e
internacionales.
La cuenta de twitter asociada a la autoridad de
entretenimiento confirma también la llegada a Riad de lo que denomina
"el famoso 'reto de los toros' español" y acompaña la noticia con
fotografías del encierro de los Sanfermines, el veloz recorrido de 849
metros delante de los 6 toros que concluye en la plaza de toros de la
capital navarra y al que Ernest Hemingway dio fama mundial.
Un ambicioso programa de reformas
La iniciativa fue presentada en una gala presidida por Al Sheij en la que se anunció un amplio programa de festejos que incluye una exhibición de la NBA, espectáculos de mago, carreras de coches, funciones de teatro, competiciones de deportes electrónicos o conciertos de músicos árabes e internacionales en un país que abrió el pasado año sus primeras salas de cine 35 años después de su cierre
y que trata de impulsar el entretenimientos mientras lidia con el
descrédito internacional que ha provocado el asesinato el pasado octubre
del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul o el arresto de mujeres activistas.
Detrás de la repentina pasión por el ocio, se halla Visión 2030, el ambicioso programa de reformas lanzado por Bin Salman para acabar con la "adición al petróleo" del reino,
cuna del "wahabismo", una radical interpretación del islam que ha
armado el ideario de organizaciones como Al Qaeda o el autodenominado
Estado Islámico.
"Espero que las empresas nacionales, los bancos, los
empresarios, los artistas y todos los sectores unan sus esfuerzos. Hay
oportunidades de oro", proclamó Al Sheij ante el auditorio.
"Es una gran puerta para decenas de miles, sino, cientos de miles de puestos de trabajo y
decenas o cientos de millones de riales", comentó entre los aplausos de
un público formado por miembros de la vasta familia real, emisarios de
otros países árabes y artistas de la región.
En su discurso, también
informó de que los restaurantes y cafés del reino podrán solicitar
licencias de entretenimiento para albergar espectáculos de música en
directo y monólogos cómicos. Dos de los acontecimientos estrella de 2019
serán un partido de fútbol en el que participarán veteranos como David
Beckham y Zinedine Zidane y la inauguración de un museo de cera.
Su meta, deslizó, es convertir el país en uno de los diez destinos mundiales de ocio y
en el cuarto del continente asiático. Según el Gobierno, el objetivo
inmediato es captar un cuarto de los 20.000 millones de dólares que los
súbditos saudíes se gastaban hasta ahora fuera del país en unas
actividades de ocio vetadas por el rigor religioso.
"Nuestras
tradiciones y cultura serán respetadas. Nuestra religión es clara y lo
haremos conforme a los valores islámicos", indicó el príncipe en un
intento de calmar a los sectores más recalcitrantes.
Una ciudad dedicada sólo al entretenimiento
El
año pasado el reino organizó más de 5.000 festivales y conciertos y
lanzó proyectos como Qiddiya, una ciudad de nueva construcción dedicada
al entretenimiento que aspira a competir con el todopoderoso universo Disney.
La iniciativa transformará un paisaje rocoso a unos 40 kilómetros al
sureste de Riad en un vergel de diversión que se extenderá por 334
kilómetros cuadrados.
Una superficie que duplica la del Walt Disney
World Resort en Orlando (Estados Unidos) y es cien veces mayor que el
neoyorquino Central Park.
Qiddiya podría ser una realidad en 2022,
la fecha en la que debería concluir su primera fase. Para entonces, en
su páramo deberían haber crecido un puñado de parques temáticos y
centros de entretenimiento; instalaciones deportivas con capacidad para
alojar competiciones internacionales; rutas de arena y asfalto para
entusiastas del motor; piscinas y pistas de esquí artificiales e incluso
espacios ambientados para realizar safaris.
El plan, en el que figura además construir unas futuristas islas a orillas del mar Rojo, busca satisfacer a una población local insultantemente joven.
Cerca de dos tercios de los 32 millones de habitantes se halla por
debajo de los 35 años.
En total, la autoridad de entretenimiento estima
que Riad invertirá alrededor de 64.000 millones de dólares en la próxima
década en un sector que podría generar hasta 224.000 empleos en 2030.
"Esto
somos nosotros. Es lo que solíamos ser hace 40 años y a lo que estamos
regresando ahora", declaró Al Sheij en referencia al conservadurismo
extremo que en 1979 se apoderó del país.
La revolución islámica en Irán y
el asalto y la toma de la Gran Mezquita de La Meca por un grupo de
islamistas liderado por Yuhaiman al Otaibi en protesta por la
"occidentalización" de la sociedad saudí, llevó a las autoridades a
radicalizar sus posturas.
En los años siguientes, la música desapareció
de la televisión junto a la exhibición de las figuras femeninas; las
tiendas de música echaron el cierre y los periódicos dejaron de publicar
fotografías de mujeres.
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