La retirada de la Policía Religiosa saudí de la gestión cotidiana del
orden público, en lo concerniente “al comportamiento moral” de la
población, tiene un alcance relativo en términos de estructura política,
de importancia mucho mayor – y en sentido inverso – que el propio del
radicalismo moral y religioso del vecino Irán, al que me refería ayer a
propósito de la llamada de atención al presidente Rohani (por
relajamiento de costumbres durante su mandato) por parte de Ali Jamenei:
la autoridad suprema de la República Islámica de Irán.
Lo más relevante en el contraste de estas dos evoluciones de las
correspondientes dogmáticas político-religiosas de uno y otro polo se
sitúa en la parte saudí, puesto que en ella cede el peso del wahabismo.
La orientación doctrinal del Islam suní, que históricamente comparece
como el puño de la espada fundante del Estado arábigo de los Saud.
Se ha derivado de ello una radicalidad doctrinal, un integrismo de calidades combatientes, en las que han abrevado los sucesivos radicalismos islámicos brotados al calor de las sucesivas dinámicas de la Guerra Fría y las secuelas de ésta a lo ancho de los diversos escenarios brotados hasta ahora.
Desde el correspondiente a la guerra de Afganistán contra los
soviéticos, en la que se gestó Al Qaeda, por el cambio de campo de Ben
Laden desde su colaboración con la CIA, y el carburante ideológico
refinado en las Madrasas o escuelas islámicas del wabahismo. Y después,
el palenque de la guerra civil siria, con la pudrición y fermentación
del nacionalismo árabe, tras de su derrota en la guerra de Iraq, la
brotación del Daesh como última presentación del terrorismo yihadista.
Todas y cada una de estas variantes de radicalidad islámica comparecen como una suerte de multiplicación celular del islamismo integrista. Proceso que cabe imaginar como referencia determinante de esa muy importante decisión saudí de secularizar función y estructura de su policía religiosa.
(*) Periodista español
http://www.republica.com/espacio-de-batientes/2016/04/14/arabia-seculariza-la-gestion-de-su-orden-publico/
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