ESTAMBUL.- Hace medio año que espera. Los fogonazos de Hatice Cengiz aguardando a las puertas del consulado saudí de Estambul el regreso de su prometido, el periodista saudí Jamal Khashoggi, recorrieron en octubre el planeta como un largo escalofrío. Durante 11 horas, hasta bien entrada la medianoche, la joven se mantuvo en pie frente a las vallas que acotan el acceso a la legación diplomática, recuerda hoy el diario El Mundo, de Madrid.
Las
cámaras de seguridad, las mismas que levantan acta del trajín de
vehículos que aquella tarde circuló por el perímetro, captaron su figura
al fondo, merodeando sin tregua por los aledaños del inmueble.
Completamente ajena al crimen que acaecía intramuros.
Apenas unos
minutos después de su llegada, el columnista de The Washington Post
fue asfixiado y descuartizado por un comando de funcionarios saudíes
que había aterrizado de madrugada en la ciudad turca procedente de Riad.
Desde
entonces la conmoción internacional se ha mezclado con los intentos de
salvaguardar el ascenso al trono del príncipe heredero Mohamed bin Salman,
el treinteañero al que apuntan los servicios de inteligencia
occidentales como la mano negra que dictó la muerte de Khashoggi.
A
punto de cumplirse seis meses de su desaparición, Hatice accede a hablar
en exclusiva con El Mundo. Nos cita a última hora del viernes en el hotel Four Seasons del Bósforo.
La tarde cae fría sobre Estambul. El gentío abarrota las calles que
conducen al lujoso establecimiento y una barahúnda de coches se abre
paso a duras penas por el asfalto.
En la terraza, las luces van
sigilosamente encendiéndose sobre el estrecho, como una constelación que
alumbra el horizonte de viviendas encaramadas en la colina de enfrente y
el icónico puente colgante que une Asia y Europa.
Hatice acude puntual a la entrevista. La acompaña Arzu, su amiga y confidente.
Ella también aparece en alguna de las fotos que la prometida de
Khashoggi comparte con el reportero durante sus viajes a la
Constantinopla eterna. Luce el mismo rostro serio y taciturno que en las
imágenes de la primera convulsión.
"Ha transcurrido ya algún tiempo
pero a mí me sigue pareciendo que ocurrió ayer. Han pasado muchas cosas
en los últimos meses. Se me hizo muy duro levantarme a diario con las
noticias de su asesinato abriendo los informativos", murmura Hatice.
"Justo ahora es cuando empiezo a pensar. Cuando he comenzado a elaborar el duelo.
Cuando estoy siendo capaz de darme cuenta de lo que pasó. Antes había
mucho ruido alrededor. Teníamos muchos planes juntos, muchos viajes por
hacer. Hoy mismo, viniendo a la entrevista, me he acordado de que
habíamos hablado de recorrer los pueblos de Turquía. Es complicado vivir
sin él".
A pesar de su intentos, la normalidad se antoja aún una utopía. El
crimen de Khashoggi, un veterano periodista bien conectado con la corte
saudí hasta emprender el exilio en el estío de 2017, provocó un seísmo
mundial que todavía suma réplicas.
En Estados Unidos, Donald Trump trata de apagar el fuego que
el brutal magnicidio ha encendido en las propias filas del Partido
Republicano. A principios de este mes el senador Marco Rubio acusó a Bin
Salman de haberse convertido en "un completo gángster".
"Es difícil
trabajar con un tipo así", deslizó entre llamamientos del Congreso a
reducir los lazos y la cooperación americana en aventuras como la guerra
en Yemen e investigar las relaciones comerciales de la familia Trump
con el príncipe.
La historia de amor de Hatice la ha situado en
el centro de una batalla que políticos y espías libran entre bambalinas.
"No he recibido amenazas; sólo algunos comentarios desagradables en las
redes sociales, pero por mi seguridad un coche de la policía turca está siempre estacionado frente a mi casa",
reconoce. Sus movimientos son vigilados de cerca. Un agente la acompaña
como escolta allá donde va. También a esta entrevista.
"Es sólo una
medida de prevención", insiste mientras bebe un zumo de naranja.
El
2 de octubre de 2018 y las sombras que aún proyecta aquella jornada
fatídica son una carga pesada. "Es que era un día muy importante para
los dos. Jamal fue al consulado precisamente para recoger un documento
que certificaba que no había ningún obstáculo para celebrar nuestra
boda. Estábamos en mitad de los trámites propios de unos novios a punto
de comprometerse", evoca.
Aquella misma tarde el periodista le había
prometido que la llevaría a cenar para festejar un enlace inminente tras
un breve noviazgo que comenzó en mayo durante una conferencia en
Estambul. Ella, crecida en una familia conservadora, había logrado
convencer a su padre, reacio por la diferencia de edad entre ambos.
Khashoggi estaba a punto de cumplir las 61 primaveras.
"Aún
no teníamos
cerrada la fecha del enlace. Era uno de los asuntos que nos ocupaba.
Debíamos ir al registro a solicitarlo y comprar los últimos muebles del
apartamento que Jamal había adquirido para vivir juntos en Estambul. El 2
de octubre era una gran día. Significaba derribar la última barrera
para casarnos".
A
sus 37 años, Hatice guarda de aquel efímero idilio -interrumpido
violentamente- los regalos con los que Khashoggi la agasajaba en cada
reencuentro. "Siempre que venía me traía algo. La última vez me entregó el anillo de boda,
comprado en Estambul. Antes me había obsequiado con un collar y unos
pendientes que, creo, adquirió en Londres. Las guardo como piezas muy
valiosas aunque, en realidad, él era el verdadero regalo de Dios".
Celosa de su intimidad, Hatice rehúsa mostrar una instantánea de las
joyas. "Es algo muy preciado que prefiero guardarme para mí", se excusa.
Tampoco luce ninguna de las alhajas que recuerdan al hombre que se
desvaneció de repente, víctima de una de las más salvajes ejecuciones
que han acaecido entre las paredes de una misión diplomática.
-¿Pecó Jamal de ingenuidad?
-No lo sé. Lo único que sé es que estuvo allí una primera vez el 28
de septiembre y le pidieron que regresara el 2 de octubre. Yo tuve miedo
en la primera ocasión pero le trataron bien. Sólo debía ir a recoger un
papel. Él pensaba, como yo, que no podía suceder nada. No estaba
preocupado. Si hubiera tenido la más mínima sospecha, jamás habría
acudido.
Hatice responde en sentencias largas que a veces se
quedan en suspenso, inconclusas. Niega haber tenido ningún contacto con
el Gobierno saudí desde la sobremesa en la que, preocupada por la
tardanza de su futuro esposo, llamó al consulado y un funcionario salió a
confirmarle que ya no quedaba nadie en su interior.
"No he recibido
nada de ellos. Ni unas mínimas condolencias por lo que sucedió. Es que
ni siquiera han asumido su responsabilidad", balbucea.
"En unos días se
cumplirán seis meses y seguimos teniendo un muerto, sin cuerpo y sin
culpables. Es una prueba de que los saudíes no están cooperando y de que
están haciendo lo posible para encubrirlo. No creo que Arabia Saudí esté dispuesta a esclarecer el crimen", replica.
"No
tengo idea de dónde está su cadáver. Se han escuchado diferentes
teorías. Que pudo haber sido quemado en un horno del consulado,
descuartizado, enterrado o hecho desaparecer con algún tipo de ácido. No
existen pruebas. Honestamente no puedo asegurar nada. Si tuviera alguna
certeza, la compartiría. No puedo pensar en qué pudieron hacerle. Es la
parte más horrible. Lo que hace que esta historia no haya acabado, y
tampoco el sufrimiento personal".
Investigadora
y académica
especializada en Oriente Próximo, Hatice admite que sus cábalas siguen
conduciendo al mismo laberinto, al mismo punto muerto. "Todos los seres
humanos tenemos la necesidad de saber cómo suceden las cosas. Si no
puedes encontrar respuestas, el desconsuelo y el duelo se prolongan sin
fin. Te
haces las mismas preguntas una y otra vez hasta la desesperación. Te
sientes derrotado. Yo lo acepto como parte de mi destino. Él y yo
queríamos casarnos y empezar una vida nueva en común. Súbitamente hubo
una intervención exterior ajena a los dos y a nuestra voluntad. ¿Qué
puedo hacer? Ojalá aquel día Jamal hubiese estado enfermo y la cita se
hubiera cancelado, pero no sucedió eso...".
-¿Quién ordenó matarlo?
-Lo
mató un grupo de personas. [La semana pasada Interpol emitió una
circular roja contra 20 sospechosos relacionados con el asesinato]. No
es una sola. Los culpables son todos los que estuvieron implicados en el
crimen. La persona que lo ordenó, las que lo cometieron y quienes
ayudaron a llevarlo a cabo.
-No me ha respondido. Imagino que tiene un nombre...
-La
orden la dio el Gobierno saudí. Quiero evitar culpar a una persona en
concreto. No estoy en la posición de juzgar a nadie. Incluso si pudiera,
no lo haría porque eso no va a cambiar la realidad. Sé que es una
pregunta muy periodística. Sólo diré que todos sabemos quién controla
todo en Arabia Saudí. Es un país donde todo está bajo control. Los
asuntos del país se gobiernan desde la cima del Estado. Al final, quien
lo ejecutó fue un equipo.
-Se lo preguntaré directamente. ¿Firmó la sentencia Bin Salman?
-Deme tres minutos de pausa, por favor. Responderé a su cuestión al término de la entrevista.
En
el jardín del Four Seasons, la oscuridad avanza. Cada rato, los barcos
se aproximan a la orilla con la música a todo volumen. Alrededor, la
clientela del hotel -en su mayoría, procedente de los países del golfo
Pérsico- disfruta de las vistas entre sorbos de té o café. Hatice
reanuda la conversación reivindicando el legado de Khashoggi.
"No
era un
peligro para Arabia Saudí. El problema es que ellos [el Estado saudí]
no le entendían. Había servido a su país durante mucho tiempo. En 40
años de carrera periodística, había cultivado una relación muy estrecha
con altos cargos del país. No abandonó su patria como un enemigo. Lo
hizo con el corazón roto. No
era miembro de la oposición. Es cierto que tenía diferencias con el
poder pero no eran rupturistas. [...] Era un patriota y un nacionalista.
Era consciente de que alguna gente no estaba feliz con lo que escribía.
Cuando él hablaba, siempre dejaba las puertas abiertas. Me decía: "Amo a
mi país y al rey. Respeto a mi rey". Apoyaba reformas y cambios en el
país pero lo pedía de un manera suave y educada. Nunca imaginé que
pudieran ser tan salvajes con él. [...] La muerte de Jamal demuestra que
no sabemos nada. Que la realidad, especialmente en el mundo árabe, no
se ajusta a lo que creemos saber".
Partidaria
de aplicar "el máximo castigo" a los verdugos de su novio, Hatice
critica la parálisis en la que se ha sumido la investigación
internacional que lidera la ONU. "Su labor no es suficiente. Es una
organización muy débil. Este caso no puede ser olvidado. Los Gobiernos
europeos no están haciendo lo que deberían. Presumen de los valores de
la Unión pero luego sus políticas no tienen nada ver que con ellos. La
posición de EEUU es conocida. No creo que haya ningún otro país más allá de Turquía dispuesto a seguir con la investigación",
indica. Hatice, que no mantiene ninguna relación con los hijos de
Khashoggi refugiados en EEUU, planea aún visitar Washington aunque duda
de la utilidad de su periplo.
Tras más de dos horas, la pregunta pendiente vuelve a aflorar.
-¿Quién lo hizo? ¿Practica Arabia Saudí terrorismo de Estado?
-En
Oriente Próximo no resulta fácil tener respuestas claras para todo.
Incluso con todos los datos en tus manos. Soy sincera y optimista. Hay
que esperar al final de la investigación. Creo que el tiempo siempre provee justicia.
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