MOSCÚ.- La petrolera Rosneft
intentó este martes sosegar las dudas sobre sus inversiones en
Venezuela, inmersa en una profunda crisis política y económica, que
podría tener importantes consecuencias para las cuentas del gigante ruso
del sector. Rusia es el segundo acreedor de Venezuela, por detrás de China.
Moscú también es uno de los principales apoyos del
gobierno de Nicolás Maduro frente al autoproclamado presidente interino,
Juan Guaidó, que tiene el apoyo de Estados Unidos y de 19 países de la
Unión Europea (UE).
Una parte de la deuda venezolana con Rusia
se reembolsa en forma de hidrocarburos, según varios acuerdos rubricados
entre Rosneft y la petrolera estatal venezolana PDVSA.
Oficialmente
se trata de avances para contratos de entrega de petróleo y
combustible, pero muchos expertos lo consideran un apoyo financiero
directo al gobierno de Caracas.
"Los pagos siguen
estrictamente el calendario", dijo el vicepresidente de Rosneft, Pável
Fedorov, en una conferencia telefónica. "No habrá retrasos", afirmó.
Rosneft
aseguró a sus inversores que Venezuela devolvió 2.300 millones de
dólares de los 4.600 millones (sin intereses) que le prestó la petrolera
rusa en forma de avances.
El grupo ruso tiene participaciones minoritarias en cuatro
proyectos petroleros de PDVSA, y es propietario de varios plantas de
gas en el país sudamericano.
El vicepresidente de Rosneft, el
francés Eric Liron, dijo en una conferencia telefónica que "no está
previsto bajar la producción en 2019 en los proyectos comunes con
PDVSA".
La compañía estatal está bajo sanciones de Estados Unidos y sufre de años de falta de inversión.
"Supervisamos
permanentemente la situación política y económica de Venezuela",
declaró Liron, considerando que "la inestabilidad de la situación
política" es un "fenómeno temporal que no afecta de manera significativa
a los proyectos existentes".
Rosneft,
que se creó a partir de las ruinas del grupo petrolero Iukos, del
exoligarca y opositor Mijaíl Jodorkovski desmantelado a principios de
2000, registró un crecimiento muy importante en los últimos diez años.
La
petrolera está dirigida por un allegado muy influyente de Vladimir
Putin, Igor Sechin, que aplica en la compañía las prioridades
geopolíticas de Rusia, como en el caso de Venezuela, a pesar de las
dudas de los inversores.
Aprovechando el aumento de los precios de
los hidrocarburos, el grupo obtuvo en 2018 un beneficio neto de 549.000
millones de rublos, unos 7.300 millones de euros al cambio actual, es
decir, 2,5 veces más que el año anterior.
La facturación creció por su parte un 37%, hasta 8,23 billones de rublos, unos 110.000 millones de euros.
Los
resultados se explican por la progresión de los precios del petróleo,
así como por un aumento de la producción tras el acuerdo de los países
de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus
socios, entre ellos Rusia.
Consecuencia de esos buenos resultados,
Sechin anunció entre 1,2 y 1,3 billones de rublos (entre 16.000 y
17.400 millones de euros) de inversiones en 2019.
Tanto Igor Sechin como Rosneft son objeto de las sanciones occidentales contra Rusia por la crisis en Ucrania.
La
petrolera dijo que las sanciones "provocaron la reducción del acceso al
capital, un coste del capital más elevado e incertidumbre sobre el
crecimiento económico".
Una situación que podría tener
"repercusiones negativas sobre la situación financiera, los resultados
de explotación y las perspectivas comerciales futuras de la compañía",
reconoció.
Preocupada por las sanciones, la compañía energética
italiana Eni se retiró recientemente de varios proyectos comunes con
Rosneft en el Mar Negro.
Rosneft también tiene inversiones en
otros países en crisis, como Irak, y este martes anunció haber pagado un
avance de 1.800 millones de dólares a las autoridades del Kurdistán
iraquí para un proyecto de oleoducto.
En 2017, la petrolera había
anunciado la firma de un acuerdo con las autoridades de esta región
semiautónoma para explotar sus inmensos recursos en hidrocarburos, que
las autoridades locales se disputan con el gobierno central de Bagdad,
muy crítico con ese pacto.
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