AUSTIN.- Estados
Unidos se convirtió en un exportador neto de petróleo la semana pasada,
con lo que puso fin a sus 75 años de dependencia continua del petróleo
extranjero y marcó un momento crucial, aunque sea breve, respecto a lo
que su presidente, Donald Trump, calificó de "independencia energética".
El
cambio a las exportaciones netas es el resultado dramático de un auge
sin precedentes en la producción petrolera estadounidense, con miles de
pozos en funcionamiento desde la cuenca Pérmica de Texas y Nuevo México
hasta Bakken en Dakota del Norte y Marcellus en Pensilvania. Los
despachos de crudo de EE.UU. alcanzaron un récord de 3,2 millones de
barriles la semana pasada, según datos del gobierno.
La
revolución del shale ha vuelto multimillonarios a los pioneros del
petróleo y ha convertido a EE.UU. en el mayor productor de crudo del
mundo, superando a Rusia y Arabia Saudita. El poder de la OPEP ha
disminuido, lo que debilita a una de las principales fuerzas
geopolíticas del último medio siglo.
El cartel y sus aliados se reunirán
en Viena esta semana para intentar tomar una decisión difícil de
recortar la producción y respaldar los precios a riesgo de perder más
participación de mercado en EE.UU.
La
semana pasada, EE.UU. vendió en el extranjero una cantidad neta de
211.000 barriles diarios de crudo y productos refinados como la gasolina
y el diésel, en comparación con las importaciones netas de más de 2
millones de barriles diarios en promedio en lo que va del 2018, según la
Administración de Información Energética (EIA) de EE.UU.
La
EIA señaló que EE.UU. ha sido un importador neto de petróleo en los
datos semanales que se remontan a 1991 y en los datos mensuales a partir
de 1973. Los historiadores del petróleo que han recopilado datos
anuales aún más antiguos con estadísticas del American Petroleum
Institute dijeron que el país ha sido un importador neto de petróleo
desde 1949, cuando Harry Truman estaba en la Casa Blanca.
En
el papel, el cambio a las importaciones netas de petróleo significa que
Estados Unidos es independiente desde el punto de vista energético, con
lo cual logra una aspiración retórica para generaciones de políticos
estadounidenses, desde Jimmy Carter hasta George W. Bush.
Sin embargo,
es un logro de tigre de papel: en realidad, EE.UU. sigue expuesto a los
precios mundiales de la energía, que siguen bajo la influencia de la
antigua geopolítica de Medio Oriente.
Si
bien el saldo neto muestra que EE.UU. vende más petróleo de lo que
compra, las refinadoras estadounidenses siguen comprando millones de
barriles diarios de crudo y combustible en el extranjero.
"Trump
le está devolviendo a EE.UU. su grandeza", declaró Joe McMonigle,
analista de petróleo de Hedgeye Risk Management LLC y exfuncionario de
alto rango en el Departamento de Energía de EE.UU.
"Es el primer
presidente en la época moderna en lograr que EE.UU. sea independiente en
términos de energía, aunque solo sea por una semana".
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