SANÁ.- "He decidido vender mis muebles para alimentar a mi familia", lamenta
Abdalá Sarhan quien, como miles de yemeníes, lleva semanas sin salario.
Mes a mes, la situación se deteriora para los habitantes de Saná,
desangrados por una guerra que se eterniza y amenazados de hambruna por
falta de recursos financieros.
Para los funcionarios como Abdalá Sarhan, pero también para muchos
jubilados, la situación se agravó en septiembre, cuando el Banco Central
pasó de Saná, controlada por los rebeldes chiitas hutíes, a la ciudad
de Adén (sur), "capital provisional" del gobierno del presidente Abd
Rabo Mansur Hadi, que vive exiliado en Riad.
El impacto en Saná y en las regiones en poder de los hutíes fue inmediato, con el cese del pago de los salarios.
"Ni siquiera tenemos comida, entonces ¿cómo vamos a pagar un alquiler?", pregunta Ibrahim Ahmed, otro funcionario.
Ante la imposibilidad de abonar los pagos atrasados, tuvo que instalar a su familia en casa de sus padres, en el campo.
Jamil Aun se vio obligado a dejar su profesión para trabajar en una
fábrica de ladrillos. "De alguna manera hay que ganarse la vida", afirma
este exprofesor de filosofía de la universidad de Saná.
Su colega Abdalá Muamar al Hakimi se dedica a vender qat, una hierba euforizante muy consumida en Yemen.
"Vender qat (...) es mejor que mendigar o tener las manos manchadas
de sangre a expensas del prójimo", justificó en Facebook para anunciar a
sus estudiantes el cese de sus actividades como profesor de sociología.
La suspensión del pago de los salarios es la última señal hasta la
fecha del derrumbe progresivo de la economía de Yemen, un país que ya
era el más pobre del mundo árabe antes de la guerra desatada en marzo de
2015 con la intervención de una coalición árabe bajo mando saudí en
apoyo al gobierno "legítimo".
"Es la medida más grave por su impacto en la vida cotidiana de siete a
ocho millones de yemeníes. Es la señal de un desplome total de la
economía", advierte Mustafá Naser, director del centro de estudios e
informaciones económicas.
Naser insta al gobierno de Hadi y a los rebeldes a "enderezar la
situación", pero cree que la crisis de liquidez era anterior a la
decisión de transferir el Banco Central a Adén.
Según él, "aunque no se hubiera tomado la decisión, los hutíes no habrían podido pagar los salarios, como hacían antes".
El gobierno de Hadi acusa a los rebeldes de haber vaciado las arcas
del Banco retirando hasta 1.800 millones de dólares para financiar su
esfuerzo de guerra.
Una campaña de recaudación de fondos, lanzada el mes pasado por los
rebeldes para paliar la ausencia de banco central, sólo les permitió
"juntar en septiembre y en octubre 8.000 millones de riales, muy por
debajo de los 75.000 millones de riales necesarios para pagar los
salarios de los funcionarios", explica el investigador.
"La ausencia de alternativa" para cumplir con sus compromisos con los
funcionarios, los militares, los jubilados y los pobres, que percibían
una pensión mensual del Estado, "provocará una grave recesión económica y
el caos total", advierte el experto económico Said Abdel Momen.
"La catástrofe se vislumbra en el horizonte", sentencia.
No hay indicios de que vaya a terminar pronto la guerra, que ha
causado en 19 meses al menos 6.900 muertos y 35.000 heridos, además de
una grave crisis humanitaria.
El Programa Mundial de Alimentos (PAM) dio la voz de alarma frente al
riesgo de hambruna en el país, con uno de los índices de desnutrición
más altos del mundo desde antes de la contienda bélica.
Según el director general del PAM, Muhanad Hadi, "el hambre aumenta
cada día y la gente ha agotado todos los medios de supervivencia.
Millones de personas no pueden sobrevivir sin ayuda externa".
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