El viaje del presidente estadounidense, Barack
Obama, a Arabia Saudita tiene hoy el doble propósito de respaldar al
"eje árabe anti-iraní" y, al mismo tiempo, defender su estrategia
favorable de un balance más amplio de poderes en Medio Oriente.
Obama se reunirá por segunda vez con los líderes de las seis naciones
árabes del golfo Pérsico después de la cumbre de mayo de 2015 en Camp
David, con el elemento añadido y positivo de ser huésped del rey Salman
bin Abdulaziz, quien declinó asistir a la cita de hace casi un año.
A excepción de los emires de Qatar y Kuwait, Salman y los gobernantes de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahrein y Omán no asistieron a Camp David justo cuando el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se sintió abandonado por Washington que entonces apostó todo para sellar el acuerdo nuclear con Irán.
El mandatario norteamericano busca cimentar la afinidad con sus principales aliados árabes, aunque la reunión de ayer en Washington entre su secretario de Estado, John Kerry, y el canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, corroboró que desea diversificar nexos estratégicos con los grandes actores de la región, y entre esos tiene indiscutible espacio la república islámica.
Con el anuncio del Congreso de su país de que se suspende temporalmente el trámite de un proyecto de ley que permitiría a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 demandar al Gobierno de Arabia Saudita y a los de otros países, el recibimiento del presidente sin dudas fue más cálido.
El inquilino de la Casa Blanca se inclina por reasegurar los lazos estratégicos con las naciones del CCG para evitar que su administración sea señalada como la que dañó los lazos con aliados tradicionales por el simple hecho de rebajar tensiones Irán, algo visto como delicado equilibrismo.
De hecho, el presidente llegó al reino wahabita sin conseguir disipar recelos y críticas de ese país y de sus socios de la región sobre el acuerdo nuclear que seis potencias mundiales firmaron con Teherán en 2015.
Además, para el CCG resultó decepcionante que el gobierno estadounidense apoyara el levantamiento en enero de sanaciones económicas internacionales a Irán, como parte del referido pacto de Viena, en tanto eso lo ven como un espaldarazo al fortalecimiento del mayor rival en la región.
Como compensación, el secretario norteamericano de Defensa, Ashton Carter, quien acompaña a Obama, adelantó que buscarán ayudar con operaciones militares y navales a los estados del área para contrarrestar lo que describió como actividades desestabilizadoras de Teherán.
Comentaristas regionales sostienen que la que algunos ya llaman la visita de despedida del mandatario, pues culmina su administración dentro de nueve meses, lo priva de tiempo suficiente para enmendar los nexos con sus más estrechos aliados en Medio Oriente, después de Israel.
Al entender que pasar página a la hostilidad con Teherán es ventajoso a la postre para los intereses de Estados Unidos y de Medio Oriente, observadores creen que en la cumbre de Riad Obama hará cuanto pueda por enmendar entuertos, aunque sin disculparse o retractarse de políticas previas.
En ese sentido, respaldará relaciones estratégicas con Egipto, aunque con reservas en materia de derechos humanos, y dará un nuevo espaldarazo al estancado proceso de paz palestino-israelí, dos asuntos predominantes en la agenda del rey Salman durante su reciente visita a El Cairo.
Respecto a asuntos de mayor incidencia para el Golfo, si bien procurará persuadir a sus anfitriones para que acepten o entiendan la singularidad de la relación con Irán, suscribirá las medidas adoptadas en los últimos dos meses contra ese país y su aliado libanés, el movimiento Hizbulah.
Analistas creen que en este sentido podría apoyarse en la visión divergente que el gobierno de Abdel Fattah El-Sisi mantiene con el CCG respecto al país persa, el conflicto en Siria o la crisis política y de seguridad en Libia.
Por otro lado, Obama y los líderes árabes ratificarán sus coincidencias en asuntos como Hizbulah (Partido de Dios), contra el cual ambos emprenden un sinfín de medidas coercitivas y sanciones financieras tras considerarle una organización terrorista. Los del Golfo hace apenas dos meses.
El bloque de monarquías árabes encara en la actualidad tensiones diplomáticas con El Líbano con el argumento de que el Partido de Dios impone su voluntad en las decisiones de gobierno y mantiene bloqueada la actividad del parlamento para elegir al presidente del país.
Además de intentar aislar a la agrupación líder de la Resistencia chiita mediante resoluciones condenatorias de sus supuestas actividades terroristas en la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica, trata de bloquear sus medios de difusión, empeño en el que contó con respaldo de Egipto.
El proveedor satelital Nilesat canceló hace semanas la trasmisión del canal Al-Manar TV, de Hizbulah, luego de que lo hiciera su homólogo saudita Arabsat, que también vetó las operaciones del canal panárabe Al-Mayadeen por discrepar de su cobertura crítica a la actuación saudita en Siria y Yemen.
Como coincidencias capaces de distender los nexos, destacan los entendimientos en la lucha contra el DAESH, acrónimo árabe de EI, y otros grupos extremistas como el Frente Al-Nusra, así como emprender esfuerzos concertados para acabar las guerras en Siria y Yemen.
Nadie olvidad que el tema iraní y la reticencia de Washington a implicarse directamente en la crisis siria y otras regionales, se situaron como razones principales de las marcadas ausencias árabes en la cumbre de Camp David.
A excepción de los emires de Qatar y Kuwait, Salman y los gobernantes de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahrein y Omán no asistieron a Camp David justo cuando el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se sintió abandonado por Washington que entonces apostó todo para sellar el acuerdo nuclear con Irán.
El mandatario norteamericano busca cimentar la afinidad con sus principales aliados árabes, aunque la reunión de ayer en Washington entre su secretario de Estado, John Kerry, y el canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, corroboró que desea diversificar nexos estratégicos con los grandes actores de la región, y entre esos tiene indiscutible espacio la república islámica.
Con el anuncio del Congreso de su país de que se suspende temporalmente el trámite de un proyecto de ley que permitiría a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 demandar al Gobierno de Arabia Saudita y a los de otros países, el recibimiento del presidente sin dudas fue más cálido.
El inquilino de la Casa Blanca se inclina por reasegurar los lazos estratégicos con las naciones del CCG para evitar que su administración sea señalada como la que dañó los lazos con aliados tradicionales por el simple hecho de rebajar tensiones Irán, algo visto como delicado equilibrismo.
De hecho, el presidente llegó al reino wahabita sin conseguir disipar recelos y críticas de ese país y de sus socios de la región sobre el acuerdo nuclear que seis potencias mundiales firmaron con Teherán en 2015.
Además, para el CCG resultó decepcionante que el gobierno estadounidense apoyara el levantamiento en enero de sanaciones económicas internacionales a Irán, como parte del referido pacto de Viena, en tanto eso lo ven como un espaldarazo al fortalecimiento del mayor rival en la región.
Como compensación, el secretario norteamericano de Defensa, Ashton Carter, quien acompaña a Obama, adelantó que buscarán ayudar con operaciones militares y navales a los estados del área para contrarrestar lo que describió como actividades desestabilizadoras de Teherán.
Comentaristas regionales sostienen que la que algunos ya llaman la visita de despedida del mandatario, pues culmina su administración dentro de nueve meses, lo priva de tiempo suficiente para enmendar los nexos con sus más estrechos aliados en Medio Oriente, después de Israel.
Al entender que pasar página a la hostilidad con Teherán es ventajoso a la postre para los intereses de Estados Unidos y de Medio Oriente, observadores creen que en la cumbre de Riad Obama hará cuanto pueda por enmendar entuertos, aunque sin disculparse o retractarse de políticas previas.
En ese sentido, respaldará relaciones estratégicas con Egipto, aunque con reservas en materia de derechos humanos, y dará un nuevo espaldarazo al estancado proceso de paz palestino-israelí, dos asuntos predominantes en la agenda del rey Salman durante su reciente visita a El Cairo.
Respecto a asuntos de mayor incidencia para el Golfo, si bien procurará persuadir a sus anfitriones para que acepten o entiendan la singularidad de la relación con Irán, suscribirá las medidas adoptadas en los últimos dos meses contra ese país y su aliado libanés, el movimiento Hizbulah.
Analistas creen que en este sentido podría apoyarse en la visión divergente que el gobierno de Abdel Fattah El-Sisi mantiene con el CCG respecto al país persa, el conflicto en Siria o la crisis política y de seguridad en Libia.
Por otro lado, Obama y los líderes árabes ratificarán sus coincidencias en asuntos como Hizbulah (Partido de Dios), contra el cual ambos emprenden un sinfín de medidas coercitivas y sanciones financieras tras considerarle una organización terrorista. Los del Golfo hace apenas dos meses.
El bloque de monarquías árabes encara en la actualidad tensiones diplomáticas con El Líbano con el argumento de que el Partido de Dios impone su voluntad en las decisiones de gobierno y mantiene bloqueada la actividad del parlamento para elegir al presidente del país.
Además de intentar aislar a la agrupación líder de la Resistencia chiita mediante resoluciones condenatorias de sus supuestas actividades terroristas en la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica, trata de bloquear sus medios de difusión, empeño en el que contó con respaldo de Egipto.
El proveedor satelital Nilesat canceló hace semanas la trasmisión del canal Al-Manar TV, de Hizbulah, luego de que lo hiciera su homólogo saudita Arabsat, que también vetó las operaciones del canal panárabe Al-Mayadeen por discrepar de su cobertura crítica a la actuación saudita en Siria y Yemen.
Como coincidencias capaces de distender los nexos, destacan los entendimientos en la lucha contra el DAESH, acrónimo árabe de EI, y otros grupos extremistas como el Frente Al-Nusra, así como emprender esfuerzos concertados para acabar las guerras en Siria y Yemen.
Nadie olvidad que el tema iraní y la reticencia de Washington a implicarse directamente en la crisis siria y otras regionales, se situaron como razones principales de las marcadas ausencias árabes en la cumbre de Camp David.
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