Las reiteradas y progresivas reticencias del Líder Supremo de la
Revolución Iraní, Alí Jamenei, sobre las condiciones nuevas creadas en
el país después de la firma del Acuerdo Nuclear entre la República
Islámica y la comunidad internacional, al cabo de la apertura
liberalizante del presidente Hasan Rohani, inductor de la apertura
política con Washington – proceso que subyace al diálogo político que
condujo a la negociación para abortar el proceso de enriquecimiento de
uranio en pos de la obtención de la bomba atómica -; la irrupción de la
más alta autoridad iraní en el devenir del régimen, es escenario
reiterado a lo largo de los 37 años de vida (l979-2016) del actual
Estado persa.
No es la primera vez que desde el vértice de aquel sistema se deja
escuchar la voz objetante de un poder que precede al de la voluntad
popular expresada en las urnas. Lo que ahora hace Ali Jamenei, lo hizo
mientras vivió y cuando le pareció necesario el Gran Ayatolá Jomeini. Lo
más relevante y singular de la actual situación, del nuevo “roce” entre
la autoridad religiosa del sistema iraní y quien representa el poder
salido de las urnas, es que las observaciones admonitorias, críticas, de
Alí Jamenei es el hecho de que la circunstancia internacional en que
ahora se desenvuelve la República Islámica de Irán, después de la firma
del Acuerdo Nuclear, es sensiblemente distinta de la que prevaleció
después de que se revelaran los pasos que el régimen seguía para que el
país alcanzara el poder nuclear.
Caracteriza esta nueva situación el peso democrático de las
expectativas nacionales de nuevos estándares de vida luego de que, tras
la firma del Acuerdo Nuclear el año pasado, se levantaran las sanciones
internacionales impuestas por la trasgresión iraní del Tratado
Internacional contra la Proliferación de las Armas atómicas.
Del presidente Hasan Rohani fue la iniciativa de instar la negociación para deshacer el camino hecho en el enriquecimiento de uranio. Pero no son sólo los estándares de vida, son también los aires de libertad y la secularización de fondo que trasciende de la civilización nueva y la cambiante cultura nacional hacia criterios de tolerancia vigentes en los modos de vida occidentales.
A eso concretamente es a lo que se refiere Jamenei cuando califica de
pensamiento peligroso lo “que tiene como objetivo obligar a la
República Islámica a renunciar a sus principios y acercarse a los
estadounidenses”. La variante chií del integrismo musulmán, vigente por
antonomasia en la República Islámica, no se aparta en sus objeciones a
la libertad política y a la secularización del poder, de lo que
prevalece en el integrismo suní. Que es la referencia de última
instancia en las nutrientes ideológicas del yihadismo. Quizá por eso la
teocracia iraní no se acaba de arrancar contra el Daesh y sólo se
inquieta por la liberalización que advierte en la apertura política del
presidente Rohani y en posturas como la del expresidente Rafsanyani.
Habrá que ver a qué llega la destapada y advertida tensión entre el
poder político generado en las urnas y la resistencia teocrática del
integrismo antidemocrático.
(*) Periodista español
http://www.republica.com/espacio-de-batientes/2016/04/13/tension-irani-entre-la-consolidacion-aperturista-y-la-involucion-teocratica/
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