Las cotizaciones de los bancos tienen desconcertados a muchos
inversores y ni siquiera los analistas se muestran convincentes a la
hora de dar una valoración del sector. Este despiste generalizado, que
queda levemente matizado por las diferencias que la Bolsa otorga a los
diferentes bancos (a unos los castiga más y a otros menos), se ha
acelerado tras la última oleada de reacciones a las medidas del Banco
Central Europeo (BCE), cuya sana intención era la de animar la actividad
económica mediante nuevos estímulos monetarios, cuya ruta de acceso era
inducir nuevas bajadas en los tipos de interés.
Los banqueros llevan ya varias semanas lanzando mensajes inequívocos
de que los bajos tipos de interés, incluso negativos, son una ruina para
el sector. Todos los bancos centrales, salvo la Reserva Federal
americana, están empeñados desde hace bastantes meses en abaratar el
precio del dinero para que la economía encuentre motivos y estímulos
para una mayor actividad. Pero los resultados de esas estrategias, que
han inundado los circuitos financieros de liquidez, abaratando los
costes de financiación, no acaban de dar los resultados deseados.
Sólo
en Estados Unidos hay una clara tendencia al alza en los tipos de
interés, ya que la mayor economía del mundo ha llegado a una situación
cercana a la asfixia en cuanto a cantidad de dinero circulando, lo que
ha tenido buen efecto en la estimulación de la economía, pero no acaba
de traducirse, como se deseaba, en una aceleración de la inflación. Y
ahora los bancos parecen empezar a respirar algo más aliviados, ante el
horizonte futuro en el que por fin se van a poder recuperar los márgenes
del negocio típicamente bancario.
Pero en Europa estamos todavía en la etapa anterior, la de estimular a
toda costa la economía. Y la única ocurrencia que se nos ha venido a la
cabeza es la de fomentar al máximo las vías de liquidez bajando los
tipos de interés, como ya han hecho en EE.UU. durante estos años. Con
ello se abarata el acceso de los agentes económicos a la financiación.
Pero este acceso no está resultando todo lo atractivo que se esperaba y,
además, está creando problemas en el sector financiero, cuya viabilidad
está cada vez más en solfa. Con la medicina para curar al enfermo (la
baja inversión de las empresas y el aumento del consumo) se está
erosionando la salud de los bancos, enfrentados a tasas de interés con
las que apenas tienen para cubrir gastos.
Los bajos tipos de interés no sirven para ganar dinero en la
actividad financiera por la sencilla razón de que desaparece buena parte
de sus fuentes de ingresos, los diferenciales de tipos de interés entre
los créditos y los depósitos. Los bancos tienen otras fuentes de
ingresos, pero la más típica es la que se alimenta del margen
financiero, de la diferencia entre cobrar intereses y pagar
remuneraciones al ahorro. Y ese margen se ha estrechado tanto que
prácticamente ha desaparecido.
Las recientes medidas del BCE han agudizado aún más esta penuria. Las
Bolsas recogieron con mucho entusiasmo, incluso con euforia, las
medidas del Banco Central Europeo de la semana pasada y así lo
reflejaron las cotizaciones bancarias. Pero esa fue la primera reacción.
Las posteriores han empezado a ser algo más críticas. Y hay algunos
días en los que ese estado de vigilia y desconfianza en lo que puede
suceder con el sector financiero se instala en la Bolsa y provoca
importantes socavones. Hay algunos días en los que los nombres y
circunstancias concretos de algunos bancos generan incertidumbre
generalizada en el sector, como ha sucedido estos días con los negros
presagios sobre el Deutsche Bank germano o sobre buena parte de la banca
italiana. Los problemas de los bancos europeos van a estar
previsiblemente sobre el tapete durante algún tiempo. Y la Bolsa dará
buena cuenta de ello.
(*) Periodista y economista español
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