jueves, 10 de marzo de 2016

Líbano: la reconciliación con el Golfo tendrá un alto precio

BEIRUT.- Las tradicionalmente buenas relaciones de El Líbano con los países árabes del Golfo Pérsico, especialmente con Arabia Saudita, viven un delicado trance que el gobierno local intenta rebasar, consciente de que le resulta vital la armonía con Hizbulah.

Las reuniones que tuvieron esta semana en Riad, por separado, los ministros de Información y los de Relaciones Exteriores del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), dejaron claro que para ese bloque ningún arreglo con Beirut contempla relajar tensiones con el movimiento de resistencia.

También lo hicieron saber los embajadores de Qatar, Omán, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Kuwait en El Líbano tras aceptar la invitación que les cursó el primer ministro Tammam Salam con el propósito de ratificar la identidad árabe de este país, al que el CCG cree sometido a los designios de Irán.

En la capital saudita, el canciller del reino, Adel Al-Jubeir y sus colegas de los otros estados miembros (incluido Bahrein) discutieron medidas que el bloque árabe entiende necesario adoptar para "enfrentar a Hizbulah" y frenar su supuesta interferencia y actividad desestabilizadora en el área.

"Apelamos a la unidad de El Líbano, pero lo que es perturbador es que una milicia que está clasificada como terrorista controla la toma de decisiones allí", expresó Al-Jubeir al anunciar posibles nuevas sanciones "que pudieran impedirle beneficiarse de los estados del CCG".

El 2 de marzo las seis naciones árabes catalogaron como terrorista a la agrupación líder de la Resistencia chiita, después de que Arabia Saudita sancionó a tres personas y cuatro empresas por tener nexos con el movimiento.

La cruzada del Golfo contra Hizbulah (Partido de Dios) se aviene -y refuerza- la misma percepción de Estados Unidos, que tilda de terrorista a una organización con ministros en el Gobierno, diputados en su parlamento y milicias fuertemente armadas combatiendo dentro y fuera del país.

Sin embargo, los episodios de enemistad trascienden el marco bilateral, pues los ataques a Hizbulah son vistos por analistas como una forma de los estados árabes gobernados por monarquías sunnitas de debilitar al Irán persa y chiita, el principal aliado político y militar del partido libanés.

De hecho, las tensiones actuales son en gran medida una suerte de daños colaterales a la decisión de Riad de romper relaciones diplomáticas con Teherán en represalia por los ataques a sus misiones diplomáticas en la república islámica por la ejecución de un clérigo chiita saudita.

Tras esa ruptura, Riad atribuyó la crisis con Beirut a los alegados "actos terroristas de Hizbulah contra naciones árabes y musulmanas" y a las posiciones diplomáticas "hostiles" por la negativa de este país de avalar resoluciones contra Irán en foros internacionales árabes e islámicos.

El reino wahabita cortó el 19 de febrero una ayuda de casi cuatro mil millones de dólares al Ejército y las fuerzas de seguridad libanesas, y esta semana confirmó que las armas y equipos pasarán a instituciones sauditas.

También advirtió a sus ciudadanos abstenerse de viajar a suelo libanés o abandonarlo de inmediato por razones de seguridad, un paso que imitaron los demás miembros del grupo, excepto Omán.

La prensa indicó que unos 90 libaneses fueron despedidos de sus trabajos en Arabia Saudita, un tema que Salam trató aquí con los embajadores, al recordarles que más de 500 mil nacionales viven y laboran en el Golfo y envían más de ocho mil millones de dólares al año.

Mientras Salam ratificó a los embajadores el apago al consenso árabe, la amistad histórica con los "hermanos del Golfo" y la condena a los sucesos en Irán, Al-Jubeir criticó también la decisión de una corte militar libanesa de liberar bajo fianza a un exministro procesado por presunto terrorismo.

Fuentes de Hizbulah comentaron a Prensa Latina que, amén de inmiscuirse en temas domésticos y de la Justicia libanesa, las declaraciones del ministro saudita despejan dudas de que ningún gesto de Beirut aplacará la hostilidad del Golfo hacia quienes critican su actuación en contenciosos regionales.

El secretario general de Hizbulah, jeque Hassan Nasrallah, afirmó recientemente que mantendrá similar posición de denunciar los crímenes sauditas y de sus aliados en Yemen, donde combaten al movimiento rebelde chiita Ansar Allah, y el apoyo de éstos a los opositores armados en Siria.

Nasrallah agregó que la irritación saudita demuestra su frustración por los fracasos en Siria, Yemen e Iraq, países en los que Riad ve la mano de Teherán, al igual que en las movilizaciones opositoras en Bahrein, un reino de gobierno sunnita y de población mayoritariamente chiita.

A su vez, los ministros de Información del CCG decidieron emprender todas las medidas legales posibles contra compañías productoras, ejecutivos y todo lo que abarca el campo de los medios para impedir la cooperación con canales televisivos afiliados a Hizbulah o a sus dirigentes.

Que se arrecien las medidas contra el Partido de Dios no sorprenderá a nadie, pero que se levante el castigo a El Líbano sin exacerbar o ahondar las fricciones políticas y sectarias, es la gran interrogante, habida cuenta de que el propio Salam definió a Hizbulah como "un componente político clave".

En lo que sonó paradójico para el CCG, el primer ministro libanés añadió que "necesitamos ayuda en nuestra batalla contra el terrorismo", como hacen combatientes de Hizbulah en Siria e Iraq.

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